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La reflexión póstuma de Adolfo Nicolás: “La misión no permite seguidores distraídos”





“La vocación y la misión que hemos recibido del Señor y que hemos heredado de nuestros predecesores no permiten seguidores o servidores ‘distraídos’”. Son las palabras que el religioso español Adolfo Nicolás, superior general de la Compañía de Jesús entre 2008 y 2016 y fallecido el pasado 20 de mayo, pensaba compartir con todos los miembros de la congregación durante el pontificado de Benedicto XVI en una carta que nunca llegó a enviar. Sí compartió en cambio con algunos amigos los puntos principales de su reflexión, que fueron el pasado jueves publicados por La Civiltà Cattolica.



Con el título ‘De la distracción a la dedicación’, el texto del anterior líder de los jesuitas comienza con un reconocimiento de que la vida religiosa “ha perdido algo de su impacto en la Iglesia y fuera de sus muros” y plantea cómo las distracciones, en las que reconoce ser “casi un experto”, hacen que los consagrados se alejen de sus verdaderos objetivos.

“La mayoría de las veces, estas distracciones son tan parte del ‘sentido común’ que, si no las aceptas, se te considera extraño, poco fiable, a veces incluso traidoramente desleal al grupo. Incluiría aquí todos los factores que pertenecen a grupos sociales, étnicos o culturales”, escribe el antecesor de Arturo Sosa como superior general de la Compañía de Jesús.

Operaciones ideológicas

Otra de las tentaciones “fáciles” que plantea es “la identificación emocional con grupos que sufren algún tipo de complejo”. Considera que los consagrados, dado que “tienen generalmente buen corazón, son propensas a esta distracción”. Al pretender “representar el Evangelio de Jesucristo tienden a ser débiles frente a las ideologías y al pensamiento ideológico”. Entre esas “operaciones ideológicas” plantea la fractura que se ha dado durante años entre las congregaciones religiosas dedicadas al sector social y a la educación.

También denuncia Nicolás las distracciones que provienen del interior, partiendo del perfeccionismo. “Por supuesto, la distracción más grande y central de todas es el yo. Nuestro ego nunca descansa y siempre atraerá nuestra atención hacia sí mismo”, escribe el jesuita, advirtiendo del peligro de enamorarse “de nuestras propias opiniones, especialmente si pensamos que esas opiniones son inteligentes, las mejores de todas”.

Finalmente el texto señala el desafío que plantean los medios de comunicación y las innovaciones tecnológicas y ofrece esta reflexión: “¿Por qué sentimos que somos de alguna manera inferiores si no estamos actualizados en ellos?”. Como conclusión, Nicolás invita a volver a los grandes santos y recuerda que Ignacio de Loyola “nos dice que no nos distraigamos con nosotros mismos, con nuestras ideas, nuestros gustos y disgustos, nuestras opiniones y teologías, sino que consideremos a las personas caminando y viviendo en la presencia de Dios. Olvídate de ti mismo y defiende la vida de estas personas”.

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