A menos de medio año para las elecciones presidenciales que dirimirán si renueva mandato o es uno de los pocos presidentes contemporáneos que no lo consigue, Donald J. Trump vive, seguramente, sus horas más convulsas en la Casa Blanca tras el presunto asesinato de George Floyd al ser detenido por unos policías en Minneapolis, lo que ha desencadenado revueltas en todo el país rechazando el racismo.
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Hace apenas unas horas, en la madrugada española, ha comparecido ante la Casa Blanca (abucheado por miles de manifestantes) y ha llamado a los 50 gobernadores estatales de la nación a poner fin al “caos” y la “anarquía” imperantes por la acción de unos “terroristas domésticos”. Tras acusarles en su cuenta de Twitter de “imbéciles” por, a su juicio, no controlar la situación, ha anunciado que mandará “miles y miles” de soldados para imponer la calma en la capital, no dudando en autoproclamarse como “el presidente de la ley y el orden”.
La iglesia como “decorado”
Nada más terminar esta declaración, el mandatario estadounidense ha acudido a la cercana iglesia de St. John’s, cuyo sótano ardió en los disturbios del pasado domingo en Washington, y, biblia en mano, se ha fotografiado ante ella. En declaraciones a ‘The Washington Post’, Mariann E. Bude, la obispa responsable de esta comunidad episcopaliana, ha deplorado que Trump haya utilizado su templo como “decorado” en un acto “propagandístico” en el que ha dejado “un mensaje antitético de las enseñanzas de Jesús” y para el que no le ha solicitado ningún permiso previo, lo que siente como “indignante”.
Mientras esta escena se producía, la policía disolvía la concentración que había a las puertas de la Casa Blanca cargando contra los manifestantes y empleando gases lacrimógenos. Ahora mismo, los helicópteros vigilan el toque de queda impuesto por Trump desde el domingo.
Biden, contra el “racismo institucional”
Por su parte, el católico Joe Biden, quien liderará al Partido Demócrata en las presidenciales de noviembre, ha optado en estas difíciles horas por acudir a una iglesia de Wilmington (Delaware) y reunirse allí con una docena de líderes negros. Ante ellos, se comprometió a que, en caso de alcanzar el Gobierno, no dejará pasar 100 días antes de abordar significativamente la realidad del “racismo institucional” y de combatir la “brutalidad policial”.
El que fuera vicepresidente con Barack Obama, reclamó que “el odio simplemente se esconde. No desaparece y, cuando tienes a alguien en el poder que respira odio, sale de debajo de las rocas”.