Con motivo de la fiesta de Pentecostés, y con la reanudación de las misas dominicales, el obispo de Girona, Francesc Pardo, ha publicado una carta pastoral bajo el título ‘Meditación desde la experiencia de la Covid-19’. En ella, el prelado desgrana cinco puntos principales de lo que ha sido este proceso. “No hay nada más pagano y anticristiano que considerar la epidemia un castigo de Dios”, dice en el primero de estos puntos, la “experiencia del mal”.
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Y es que, si bien es posible que a partir de la experiencia del confinamiento surjan preguntas como “¿por qué Dios lo permite?” o, si es bueno y omnipotente, “¿no podría haber creado un mundo sin mal?”, el obispo subraya que “Dios no es el origen del mal ni el autor del sufrimiento. Añade, además, que “la respuesta definitiva al problema del mal la tenemos en la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo”, ya que él “asume nuestros males y dolores –incluso la muerte– precisamente para ofrecernos la Vida”.
El segundo punto de reflexión que propone el obispo es la experiencia de la misericordia, partiendo de los “santos de la puerta de al lado” del papa Francisco. “Nada es más cristiano que poner en peligro la propia vida para la curación del otro”, subraya, señalando también la labor de los sacerdotes en hospitales, eucaristías y sacramentos durante estos meses. Del mismo modo, ensalza la labor de Cáritas y otros voluntarios, que han hecho realidad de muchas maneras “las obras de misericordia”.
Poner la vida en el centro
Partiendo del hecho de que, durante este tiempo, no se ha podido celebrar la fe de forma comunitaria, el obispo reflexiona también acerca de la experiencia creyente. Sin embargo, se ha conseguido una “participación espiritual” y “descubrir la necesidad de las celebraciones en comunidad”. En cuanto a los difuntos, afirma que “nos queda el deseo y la voluntad de darles nuestra despedida tal como merecen y tienen derecho”.
Por otra parte, Pardo subraya que “hemos sido testigos de situaciones de deshumanización” durante el confinamiento. Por ello, recalca la necesidad de convivir desde el respeto y la solidaridad, así como de respetar la vida “desde su concepción hasta la muerte natural”.
Por último, el obispo centra su atención en las graves consecuencias económicas de esta pandemia, y hace un llamamiento a la caridad y a la necesidad de que “la persona sea el centro de la actividad económica y laboral”. Asimismo, apunta que “debemos estar dispuestos a hacer un esfuerzo por compartir nuestros bienes, dinero, tiempo y cualidades”.