Dos meses de confinamiento después, con y sin miedo al contagio, algunos salieron a las plazas para protestar contra la gestión del Gobierno, alentados por una crispación política que se trasladó a las calles. La solidaridad y el reconocimiento a los sanitarios, materializado con un sonoro aplauso diario, dio paso al ruido de las cacerolas. Dos realidades, dos Españas… y convivencia enrarecida por el enfrentamiento. Ante la creciente tensión político y social, ¿cómo se sitúa la Iglesia? ¿Y los cristianos?
La gestión de la crisis del COVID-19 requiere de líderes políticos, mediáticos e incluso religiosos responsables y con una misión: apaciguar. Con el bien común en juego, Vida Nueva toma el pulso a varios creyentes –con legítimas y diferentes opciones políticas–, entre sacerdotes, religiosos y laicos, al frente de instituciones eclesiales, que analizan la cuestión y dan una muestra del papel que debe jugar la Iglesia en medio de una sociedad española cada vez más polarizada y cuando, lejos de mecer pancartas y banderas, los obispos se han mostrado como agentes de cohesión social.
“El ministerio de reconciliación y comunión, desde el anuncio de la misericordia, es nuclear en la misión de la Iglesia”, explica el secretario general de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello. Por eso, “debemos ser voz de la llamada que realizan los mayores perdedores en la actual situación e invitar a la escucha mutua para caer en la cuenta de los puntos de vista que sean comunes y, desde lo común, abordar las discrepancias”, agrega.
Desde su posición, la rectora de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA), Mirian Cortés Diéguez, reconoce que la Iglesia “no tiene ni puede tener una posición política concreta porque no está atada a sistema político alguno. No hay realidad política que refleje lo que supone el Reino de Dios ni, por tanto, la misión de la Iglesia se circunscribe exclusivamente a lo jurídico-social-visible”.
También desde el ámbito educativo, el secretario general de Escuelas Católicas, José María Alvira, afirma que “el papel de la Iglesia siempre debe ser el de tender puentes y favorecer el entendimiento. Pero para que sus llamadas al diálogo no sean retóricas sino creíbles y que lleguen a la sociedad, ella misma debería practicarlo, tanto en foros públicos como en otros más reservados, con verdadera voluntad de llegar a acuerdos”.
Desde la pastoral universitaria, el presidente de la Juventud Estudiante Católica (JEC), Eduardo Martín Ruano, indica que “la Iglesia, tanto como institución, como las personas y realidades diversas que la formamos, deberíamos tener un papel activo, de diálogo con la realidad social del momento, sea cual sea. Debe posicionarse, como siempre, en el apoyo a las personas y colectivos a las que más afecta toda la situación”.
También como voz de un movimiento de la acción católica especializada, la responsable de Difusión de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), Teresa García, apunta que “el papel de la Iglesia ha de ser provocar, propiciar, facilitar el diálogo y el encuentro de los distintos actores políticos y sociales”, porque “la política ha de ser una manera de construir la comunión que nuestra sociedad necesita, y la Iglesia debe ayudar a ello”.
Por su parte, el director del Instituto Universitario de la Familia de la Universidad Pontificia Comillas, Fernando Vidal, indica que, “en la política, la Iglesia debe trabajar por la comunión entre las personas libres e iguales. La sociedad pide a la Iglesia que ayude a mejorar la cultura política que alimenta todo lo político. El gran reto de nuestro país reside en ser capaces de aunar diálogo, concordia, perdón, gratitud, realizar proyectos comunes, evitar la excesiva corrupción, trabajar desde la perspectiva del servicio público, la tolerancia, etc.”.
Por otro lado, la presidenta de la Asociación de Teólogas Españolas, Silvia Martínez Cano, considera que la Iglesia debería “tomar un papel de mediación en los distintos ámbitos sociales en los que interviene, pues a través del laicado llega a muchos lugares. Mediar es un signo de estos tiempos de tanta pluralidad y tanta necesidad de encuentro”.
Para el presidente de la Fundación Pablo VI, Jesús Avezuela, “en la Iglesia tienen cabida muy diversas formas de pensar y, en ningún caso, eso significa renunciar al Evangelio”. “La Iglesia tiene una gran oportunidad de contribuir, a través de su mensaje, a un espacio de entendimiento, de responsabilidad social, de revitalización de los principios y valores del humanismo cristiano, uno de los ejes vertebradores del Estado de Derecho en los países occidentales”.
Ante esta coyuntura, la Iglesia busca sumar, ser un agente de reconstrucción social, porque la concordia está tatuada en el ADN cristiano. Entre aplausos y cacerolas, los líderes eclesiales reclaman comunión ‘ad intra’ y ‘ad extra’ para construir una sociedad basada en el bien común y no dibujar una España entre ‘caínes’ y ‘abeles’.