El presidente de la Comisión Episcopal de Vida Consagrada, Luis Ángel de las Heras, no se muestra preocupado al conocer que en 2019 se cerraron 32 monasterios en nuestro país y que, en total, en los dos últimos años se ha cerrado una media de dos conventos al mes.
Son las cifras que podrían empañar la celebración hoy de la Jornada Pro orantibus que busca poner en valor la vida contemplativa. ¿Es el principio del fin de la vida en clausura? “¡Qué va! Las razones de la vida consagrada no son numéricas. La fuerza de esta vida no está en los números, sino en su esencia. El Papa siempre llama la atención de que no podemos ceder a los tentación de las estadísticas y de la eficacia tal y como la entiende el mundo”, reflexiona el religioso claretiano. De hecho, está convencido de que “resistirá porque la Iglesia necesita de la vida contemplativa, porque le da su hondura y descubre lo más esencial”.
En este sentido, cree que la crisis del coronavirus ha servido para que creyentes y no se hayan acercado más a lo que significa el cultivo de la interioridad y de otros valores que se viven cotidianamente en los claustros: “En este tiempo que hemos redescubierto lo esencial de la vida, la vida contemplativa nos lleva a ello. Primero, nos enseñan esa esencialidad a través de la oración, pero también la sobriedad y la austeridad, la serenidad, la paz, el silencio, la escucha interior, las relaciones sanas, la pobreza de los bienes compartidos y el trabajo”.
Al paso, el obispo de Mondoñedo-Ferrol elogia la labor realizada por tantas comunidades que en estos meses han dejado a un lado sus tareas cotidianas “y las hemos visto haciendo mascarillas, batas y pantallas al servicio de la sociedad”.
Donde no se atreve a pronunciarse con rotundidad es, si más allá de estas lecciones, la crisis existencial que ha supuesto para muchas personas la pandemia se podría traducir en un aumento de las vocaciones en la vida contemplativa en quienes han descubierto el silencio, la oración, a Dios… : “No lo sé. Las situaciones existenciales siempre nos plantean preguntas profundas. Por la vía de la esencialidad es probable que nos planteemos cosas. Pero es cierto que cuando no hemos optado por los límites, sino que se nos han impuesto, es fácil que volvamos a las andadas. Los verdaderos cambios se producen cuando una persona redescubre ahí lo positivo y lo incorpora en sus hábitos de vida”.
En cualquier caso, plantea que “la vocación cristiana es un diálogo entre Dios y el hombre. Si un contexto nos invita a hacer un discernimiento para ver si es una llamada de Dios, también toca poner en cuarentena esas sensaciones para valorar verdaderamente si hay vocación a la vida consagrada o es un mero pulso emocional o circunstancial. Se trata de descubrir si la respuesta a esta llamada de Dios hace verdaderamente feliz a una persona”.
Haya o no un repunte, sí cree que en la opinión pública se ha despertado la conciencia “del cuidado personal y del cuidado de los demás”. “Creo que el concepto de la sociedad de los cuidados sí haya podido extenderse un poco más”, asegura De las Heras.