Jorge Cardona, miembro del Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas durante ocho años, hasta que lo dejó hace uno, valora en Vida Nueva la Ley de Protección de la Infancia, aprobada hoy por el Gobierno tras año y medio desde la luz verde a su inicial anteproyecto y que ahora deberá tramitarse en el Parlamento.
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Para Cardona, el proyecto aprobado “no parece haberse separado mucho del anteproyecto de hace dos años”. Así, y “aunque siempre se puede mejorar (y esperemos que se mejore), hay que valorarlo positivamente”.
Un proyecto integral
Su primer punto a favor es que “es integral, en el sentido de que abarca la sensibilización, concienciación, prevención, detección, represión de los autores de la violencia y rehabilitación de las víctimas”. “Es importante –remacha– destacar la acción de sensibilización, concienciación y prevención. Cuando se ha ejercido la violencia contra un niño o una niña, ya hemos fracasado. La batalla solo se ganará cuando la violencia no se ejerza. Por eso, es necesaria la visión integral que ponga un gran acento en la prevención”.
Además, puede calificarse “de integral porque abarca todos los ámbitos en los que están los niños y niñas: familia, centros de protección, escuela, servicios de salud, deporte, ocio, entorno digital, en el ámbito judicial, penal, administrativo…”.
Muy consensuada
Otro aspecto a resaltar es que en la ley “han trabajado muchas personas, organizaciones e instituciones”, siendo “un proyecto muy participado. Y eso es excelente, porque recoge el consenso del conjunto de la sociedad civil y de los expertos”.
Con todo, apela al realismo y al trabajo duro: “La ley no cambia casi nada. La ley es el punto de partida. Luego hay que aplicarla. La ley prevé que se aprobará una estrategia plurianual para su aplicación. Ahí está la clave. La ley nos dice el ‘deber ser’, la estrategia debe implementar los medios para que el ‘ser’ sea como el ‘deber ser’. La estrategia debe ser el mecanismo de coordinación que aplique esa visión integral”. En este sentido, “uno de los defectos principales que yo veo a la ley es que no prevé un órgano responsable de esa coordinación, como es, por ejemplo, la Delegación del Gobierno sobre la Violencia de Género, y lo deja en manos de una Conferencia Sectorial de Infancia y Adolescencia que esperemos que funcione”.
Compromiso eclesial
Aunque en el texto no se menciona a ninguna entidad, para Cardona, “la Iglesia tiene un papel fundamental. Y aunque no se cita directamente, sí se hace de forma indirecta. Cuando se habla de centros de enseñanza, de servicios sociales, de centros deportivos, de ocio, de esparcimiento, ahí está la Iglesia. La Iglesia lleva siglos trabajando con niños, niñas y adolescentes en España y tiene un papel esencial en la implementación de la ley. Tiene un deber de sensibilización, concienciación, prevención, denuncia y reparación esencial”.
“Han sido muy mediáticos –lamenta– los casos de abusos a niños y niñas por parte de miembros del clero. Es cierto que, junto a esos casos, hay otros muchos de miembros del clero y laicos maravillosos, que han trabajado excelentemente con niños y niñas. Pero la Iglesia quiere ser líder moral de la sociedad y, por tanto, debe tener un nivel de exigencia superior en la vigilancia y prevención. No solo debe proclamar la necesidad (la obligación) de respetar los derechos de niños y niñas, de proteger su integridad física, psíquica y moral, sino que debe hacerlo con el ejemplo. Y debe ser especialmente escrupulosa en tener cero tolerancia con los casos, no solo de abuso sexual, sino de cualquier tipo de violencia”.
Pasos importantes
“Junto a todo ello –concluye–, al ser muchos los miembros de la Iglesia que trabajan con niños y niñas, la ley les impone una obligación reforzada de comunicación y denuncia de cualquier caso sospechoso, sea quien sea la víctima o el presunto perpetrador. Así pues, la Iglesia tiene mucho que hacer en la aplicación de la ley. Es cierto que ha empezado a dar pasos importantes en el marco de la transparencia y la prevención, pero queda un camino muy largo de recorrer en materia de sensibilización y formación de sus miembros y de elaboración de protocolos de prevención, de detección, de denuncia y de reparación. Me consta que son muchos los miembros de la Iglesia que son conscientes de ello y espero y deseo que se actúe cuanto antes. Nos jugamos la dignidad de nuestros niños y niñas”.