El sacerdote David Jasso Ramírez de la Arquidiócesis de Monterrey, elaboró y difundió entre los sacerdotes mexicanos una serie de reflexiones pastorales en tiempos del Covid-19, a partir de las propuestas que los obispos en México han hecho en su Proyecto Global de Pastoral 2031+2033 (PGP).
En mayo de 2018, a petición del papa Francisco, los obispos del país pusieron en marcha el PGP, un proyecto que busca guiar el caminar pastoral de la Iglesia mexicana con los ojos puestos en los años 2031 y 2033, cuando se celebrarán 2000 años de la Redención y 500 años del Acontecimiento Guadalupano.
En su calidad de Secretario Técnico del PGP, el padre Jasso Ramírez comparte algunos aspectos pastorales a la luz de este documento, y motiva a los sacerdotes a enfrentar la pandemia “como David lo hizo con el gran gigante que parece que nos oprime”. ¿Cómo? “Sabiendo que nuestra fuerza y nuestra seguridad está en Dios”.
Recuerda el numeral 191 del PGP: “No son principalmente las nuevas tecnologías, ni la eficiencia de nuestros trabajos pastorales y tampoco la perfección de las metodologías, sino que nuestra confianza en Jesucristo Redentor y la ternura maternal de Santa María de Guadalupe, son las que pueden abrirnos las puertas de la esperanza”.
Jasso Ramírez califica la pandemia como una experiencia “des-estructurante” que ha acelerado los procesos históricos, exigiendo al mundo a asumir decisiones rápidas que en tiempos normales llevaría años tomar.
La Iglesia no ha quedado exenta de ello, pues a los sacerdotes les ha llevado a acelerar su discernimiento, haciendo caso a intuiciones en medio de mucha información, datos, estadísticas, reflexiones, artículos, mensajes, noticias, protocolos y demás.
“No sabemos qué tan largo es el camino que recorreremos, y a veces no sabemos si vamos bien o no. Vivimos una situación de incertidumbre semejante a la de Job”, dice Jasso.
Y citando el numeral 23 del PGP, añade: “es un tiempo más de preguntas que de respuestas que ‘trae consigo cambios que, incluso nosotros, no alcanzamos aún a comprender, por lo que se nos dificulta tener una respuesta adecuada y pronta ante la profundidad y rapidez con la que están sucediendo”.
Esta incertidumbre en los sacerdotes se agrava con la crisis humana de la cual son testigos y que, en muchos casos, experimentan en carne propia: “Como sacerdotes, miramos además el sufrimiento y el dolor, la necesidad de consuelo, el hambre, las dudas, los conflictos, la pobreza, la enfermedad, la violencia, la muerte y otras tantas heridas del pueblo mexicano”.
En este sentido –refiere– la pandemia ha puesto aún más de manifiesto lo que los obispos explican en el numeral 20 del PGP, y que constituye el gran desafío que tiene México: “¡la negación de la primacía del ser humano!, es decir, una profunda crisis antropológico-cultural”.
“Aún y con todo esto, son muchas las historias y testimonios de gestos cotidianos de compasión y de solidaridad sacerdotal que en lo oculto de nuestras comunidades rurales y urbanas se realizan en favor de las familias y de tantas personas. Todos ellos son signos de Redención y alientan la esperanza”, reconoce Jasso.
“Hermanos sacerdotes, ante los retos que nos presenta la pandemia, la Redención nos renueva, nos reconcilia, reorienta nuestras opciones más importantes y reconstruye nuestras relaciones rotas.
“Sigamos entusiasmados ante el llamado que Dios nos ha hecho y pongamos nuestra confianza en María de Guadalupe, Nuestra Madre, quien, como señala el numeral 19 del PGP, puede conducirnos a la serenidad necesaria para hacer un sano ejercicio de escucha del sentir del pueblo, de autocrítica, de trabajo en común, de agradecimiento, de festejo y desde luego de arrepentimiento, así como de nuevas propuestas y compromisos”.
Para el Secretario Técnico del PGP, “hoy más que nunca estamos llamados a ser una Iglesia Pueblo, misionera y evangelizadora que, como Madre compasiva y testigo de la Redención, siga construyendo y anunciando la dignidad humana, comprometida con la paz y las causas sociales, compartiendo con los adolescentes y jóvenes, la tarea de hacer un país lleno de esperanza, alegría y vida plena”, como lo marcan también los Compromisos Pastorales del documento de los obispos.