Mientras se cumple el tiempo de prueba del acuerdo entre el Vaticano y el Gobierno chino previsiblemente el próximo mes de septiembre, la potencia asiática ha dado un nuevo paso. El pasado 6 de junio el arzobispo Peter Lin Jiashan –nombrado por el Vaticano en 2016– ha podido instalarse en su archidiócesis de Fuzhou tras el reconocimiento por las autoridades gubernamentales, según informa la agencia Asia News.
La toma de posesión pone fin a una serie de tensiones que han sido continuas durante los últimos años. El acto tuvo lugar en la iglesia de Fanchuanpu y estuvo presidida por el obispo de Xiamen, Giuseppe Cai Bingrui que es el jefe provincial de la Asociación Católica Patriótica, controlada por el Gobierno. Las medidas frente al coronavirus hicieron que solo participaran 80 fieles y 50 sacerdotes, razón oficial que cuestionan algunos cristianos críticos.
El nuevo obispo Lin Jiashan, de 86 años de edad, ha formado parte de la llamada Iglesia clandestina, de la que gobierno ha recelado siempre. De hecho fue condenado a 10 años de trabajos forzosos en los 80. Hace 20 años que procura regularizar su situación con el gobierno. La diócesis es la más numerosa de China, con unos 300.000 fieles, 120 sacerdotes y unas 500 religiosas. A la vez hay mucha variedad e incluso divisiones entre el creo, ya que unas decenas de curas apoyaban al sacerdote Lin Yuntuan y no reconocen al nuevo prelado.