Guia ha sido fotógrafa y coordinadora de libros de arquitectura y de diseño; su padre, Roberto Sambonet, forma parte de la historia del diseño italiano. Para contar cómo se convirtió en guía de los ejercicios espirituales ignacianos, habla del origen: “Una niña como muchas, hija de padres separados y no creyentes que, al inicio de los años sesenta, se encontraron viviendo la explosión del bienestar colectivo seguida de los horrores de la Guerra, sin dejar de preguntarse por las razones de esos horrores”.
Después, la experiencia de Macondo, centro cultural contracorriente en la Milán del 77. “Una adolescente de las que pensábamos poder cambiar el mundo. Fui encarcelada, procesada y absuelta por altos valores morales. ¿Quién tenía en su mano el hilo de mi vida? En India descubrí la meditación. Buscar la respuesta dentro de mí, pero, parecía que no me bastaba”. De ahí, la fe. “Es verdad que no soy la única que ha vuelto al catolicismo, pero el haber encontrado a Cristo me impuso mucho estudio, después de muchos ¡eureka!”.
PREGUNTA.- Después del curso de formación para guías de ejercicios espirituales en el Centro Ignaciano de Espiritualidad en 2013, se convirtió en directora de la Escuela de Oración del centro cultural San Fedele en Milán. Ahora cura las almas.
RESPUESTA.- El método de oración ignaciano ayuda a las personas a vivir una relación íntima con Jesús, a descubrir la lengua muy personal que permite comunicarse con Dios. Como la lengua materna, el lenguaje del alma está hecho de emociones, antes que de pensamientos. De horizontes imaginativos, antes que de doctrinas. Pero debe ser descifrado.
P.- Los jesuitas que confían la guía de los ejercicios a las mujeres, ¿están un paso por delante?
R.- En los últimos años la Compañía ha abierto la formación para el acompañamiento espiritual –antes reservado solo a los jesuitas– a no sacerdotes y a no consagrados, y por tanto también a las laicas.
P.- Las mujeres todavía parecen parcialmente excluidas del cuidado de las almas en la Iglesia, resisten las dificultades para acceder a las facultades de teología y seminarios. Piden más espacio, ¿lo ve bien?
R.- Por supuesto. Distinguiría entre una solicitud de reconocimiento por parte de la jerarquía eclesiástica y un estado de hecho. En el primer caso, dejo la tarea a los expertos en estudios bíblicos, eclesiología y derecho canónico que trabajan en ello desde hace décadas. Con respecto al estado de hecho, desde mi limitado punto de observación, noté cambios interesantes: las personas que asistían a la Escuela de Oración en San Fedele hace cinco años eran 98 por ciento de mujeres maduras, y alrededor del 50 por ciento de ellas abandonaron el camino tras los primeros encuentros. Hoy las mujeres jóvenes y los hombres son casi la mitad, el 90 por ciento de los participantes continúan hasta el final del año y el 50 por ciento vuelve la siguiente temporada.
Sería interesante establecer los límites del “cuidado de las almas”. Las catequistas se ocupan de las almas de los niños. Los equipos que flanquean y menudo reemplazan a los capellanes en las cárceles y hospitales están compuestos por muchas mujeres. Las necesidades espirituales colectivas son abundantes como para requerir muchos trabajadores, sin distinción de género.
P.- ¿Una mujer aporta algo específico al dar los ejercicios? ¿Y usted en particular?
R.- La cuestión de si hay o no una especificidad femenina en los ejercicios me pone en una situación difícil. Las características atribuidas a las mujeres: amabilidad, empatía, humildad, sensibilidad, capacidad de escucha, etc., están muy influídas por factores culturales y sociales para ser transferidas a la esfera de la dirección espiritual, considerando que el número relativamente bajo de mujeres que participan en este ministerio todavía no permite verificaciones en el campo. En mi camino he conocido a maestros y guías de ejercicios estrictos e inflexibles y maestros y guías de ejercicios hombres, muy cariñosos. Si se olvida que es Dios quien nos hace encontrar la guía correcta en el momento correcto, existe el riesgo de confusión. En cuanto a mí, con algunas personas soy mucho más cariñosa de lo que suelo ser, con otras soy severa hasta el punto de no reconocerme. Mi estilo, es hacer preguntas en lugar de dar respuestas. No es una dote femenina. Los jesuitas me lo enseñaron.
P.- Y en el recibir, ¿existen diferencias entre hombres y mujeres?
R.- Dirigirse a una mujer en vez de a un hombre para recibir guía espiritual depende de la historia personal de cada uno y de cada una. No es diferente del preferir una médico mujer o un médico hombre, un psicoanalista o una psicoanalista. Encomendarse a un hombre como guía espiritual cuando se ha tenido o se tiene un padre o un marido abusador, puede resultar difícil e incluso contraproducente. Es igualmente difícil y contraproducente encomendarse a la guía de una mujer cuando la vivencia con la madre no es de las mejores. O cuando no se le reconoce, la misma autoridad espiritual que a un sacerdote. Generalizar es imposible.
Sus dos últimas preguntas plantean un doble interrogante: ¿Existen las almas masculinas y femeninas? Y si existen, ¿el alma de un hombre es masculina y el alma de una mujer es femenina? Las tradiciones espirituales no cristianas tienen puntos de vista conflictivos. Los doctores y padres de la Iglesia, si alguna vez han tratado este tema, ¿han llegado a un acuerdo? ¿Qué respuestas nos ofrecen las madres de la Iglesia, las doctoras de la Iglesia? ¿Santa Teresa de Ávila, Edith Stein?
P.- ¿Qué sentido tienen hoy los ejercicios ignacianos?
R.- Como dice Karl Rahner en su Discurso de Ignacio de Loyola a un jesuita hoy, “el cristiano del mañana será un místico o dejará de existir como tal”. La era que vivimos hace que la búsqueda de una relación profunda con Dios sea imperativa.
P.- ¿Cuáles son las formas en las que es posible hacer los ejercicios?
R.- El mes ignaciano prevé un retiro de cuarenta días. Luego están los Ejercicios en la vida ordinaria individual o en grupos. Y los retiros temáticos. Por ejemplo, las clarisas de Montagnana me invitaron a dirigir sus ejercicios cuaresmales: fue una semana hermosa. Además, saber que es la misma forma de orar del Papa Francisco y del cardenal Martini es un buen apoyo en la búsqueda de la continuidad.
P.- ¿Qué le guía a usted en su trabajo de acompañamiento?
Una herramienta muy importante es la escucha sin juzgar, la capacidad de dejar de lado los pensamientos que vienen a la mente cuando me encuentro con otra persona. No tengo que cambiar su camino. Mi trabajo es ayudarlo a sentir cuál es modo más apto para él para conocer a Dios. Canadá me ha facilitado esto. Era un desafío continuo: si la persona era protestante, conocía la Biblia mucho mejor que yo; si practicaba el silencio incluso en retiros zen, una palabra de más habría sido suficiente para alejarla; si tenía una fuerte sensibilidad feminista, me habría reprochado cualquier pronombre masculino que se refiera a Dios, que es “Padre, Madre, y mucho más que cualquier cosa que podamos imaginar”.
P.- ¿Qué buscan las personas en los ejercicios ignacianos?
R.- Tradicionalmente los ejercicios se hacían a la vista de elecciones importantes, para “discernir la voluntad de Dios” antes de abrazar la vida religiosa, por ejemplo. Hoy, a la idea de una voluntad de Dios inscrita con letras ardiendo en nuestro destino, se prefiere la imagen de deseo más alto que Dios nutre por nosotros y junto a nosotros. Los ejercicios permiten responder a ese deseo, hacerlo el centro de nuestra vida y ponerlo al servicio del prójimo. Superan la antigua división entre “almas” llamadas a la perfección cristiana y “almas” destinadas a la vida secular; entre personas que tienen una intensa vida de oración (las mujeres, en general) y personas dedicadas a las cosas del mundo (en pasado, solo los hombres); entre adultos y jóvenes.
P.- ¿Qué es la contemplación imaginativa de la que habla en su libro “A los pies del Maestro”?
R.- Orar con la imaginación sobre los misterios de la vida de Jesús narrados en los Evangelios puede ser una experiencia altamente contemplativa. Mi reelaboración del ‘Noli me tangere’ de Beato Angelico, en el que Jesús tocó la mano de María Magdalena en lugar de rechazarla, nació en oración. Al atreverme a ir más allá de lo que presenta el fresco, vislumbré la invitación para explorar una nueva dirección en la relación con el Maestro.
P.- ¿La medicina narrativa tiene algo que ver con esto?
R.- El método de oración ignaciano interpreta los textos bíblicos utilizando, en realidad, los mismos mecanismos psíquicos que rigen el proceso de comprensión de cualquier texto. Con el proyecto “Contarse y contar” hemos llevado las técnicas de la medicina narrativa más allá de los límites de la clínica, involucrando a operadores y usuarios de asociaciones voluntarias muy diferentes, activas en los sectores psiquiátrico, educativo, de rehabilitación, asistencial y prisión. En el caso de los Ejercicios se trata de leer la Palabra de Dios. En el caso de la medicina narrativa, las palabras escritas, pintadas o contadas por mujeres y hombres. Los que tienen fe saben bien que ambos están constantemente entrelazados.