Thomas Merton denunció la cursilería de la iconografía católica que, sobre todo en el siglo XX –el escritor y monje trapense murió en 1968– había entrado en los hogares católicos. “Sí, era cursi”, afirma el crítico de arte Enrique Andrés Ruiz. “Y verdaderamente creo que fue así –añade– cuando el estampismo católico, por decirlo de alguna manera , fue degenerando desde el Barroco hasta esas imágenes artísticas edulcoradas, donde el sentimentalismo más o menos tierno era muy evidente”. Y prosigue: “Es cierto que ha habido un arte que podríamos llamar de tema religioso de alta cultura, pero sí, por lo que respecta al arte popular católico, durante los dos últimos siglos ha habido mucha cursilería”.
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Pero, ¿sigue siendo cursi? “Hay de todo. Pero, comúnmente y generalizando en exceso, nuestro país se ha cultivado muy poco en este aspecto –responde José Ángel Rivera de las Heras, delegado diocesano de Zamora para el Patrimonio y la Cultura–. Primaban más las galvanoplastias, las imágenes de factura industrial, las láminas con imágenes adocenadas, las figuras plásticas, etc., con escasa o nula calidad artística, que las obras de arte (escultura, pintura, grabado, etc.). Ello correspondía a una espiritualidad algo ‘edulcorada’ y muy poco enraizada. A pesar de todo, carentes de calidad artística y caracterizadas por una estética más que dudosa, en su momento sirvieron para expresar la fe y la devoción personales. Hoy se tiende más a valorar y a conservar el objeto religioso por su interés artístico y crematístico que por ser un medio eficaz para expresar la fe personal y eclesial”.
La pregunta, entonces, es: ¿cómo es la iconografía religiosa que tenemos en nuestras casas? “Me parece que es referencial, pero con la suficiente carga como para no descuidar ni las creencias ni la fe. Es raro que en un ámbito más privado del domicilio, como es el dormitorio, no se tenga alguna estampa o imagen religiosa por la que se profese una devoción especial”, afirma Mar Borobia, jefa de conservación de Pintura Antigua del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.
Secularización en casa
Rivera de las Heras, no obstante, llama la atención sobre una realidad indiscutible. “En estos últimos años se ha notado un avance vertiginoso de la secularización en nuestro país. En la época del nacionalcatolicismo, las familias tenían en sus domicilios diversas obras religiosas –afirma el también director del Museo Diocesano de Zamora–, como las representaciones de la Última Cena, del Sagrado Corazón de Jesús entronizado, de Cristo crucificado, del Niño Jesús, de la Virgen María en alguna de sus advocaciones más populares, del Ángel de la Guarda o de algún santo de devoción… en salones, comedores y habitaciones. Actualmente, han desaparecido mayoritariamente y han sido sustituidas por otras de carácter no religioso”.
Así que, como insiste el delegado diocesano, “resulta evidente que hay una tendencia social a despojar el espacio doméstico de las imágenes religiosas. Solo queda residualmente la instalación del nacimiento en época navideña, y en muy pocos casos una pequeña figura de un crucifijo en la mesilla de noche. Otro caso distinto es el de los que tienen objetos y representaciones religiosas, pero motivados por el coleccionismo artístico, no por la fe”.