El número de matrimonios en España disminuyó en un 1,2% en 2019 con respecto al año anterior, con un total de 165.578 enlaces, la cifra más baja de los últimos cinco años. Las parejas que se casaron por la vía civil aumentaron en un 5,5%. En suma, 129.240 uniones, suponiendo el 79,5% del total; un 3,1% de ellas (5.108 enlaces) fueron entre parejas del mismo sexo.
Mientras, el pasado año se celebraron en nuestro país 33.869 bodas por la Iglesia, el 20,5% del total. Este dato, recogido por el Instituto Nacional de Estadística, supone un 10,5% menos que en 2018. Y una tendencia que continúa a la baja desde 2009, año en el que por primera vez el número de matrimonios civiles superó a los eclesiásticos.
Rocío Blanco y Alejandro Gonzalo son una de las casi 34.000 parejas católicas que optaron por pasar por la vicaría en un enlace que tuvo lugar en la madrileña parroquia de Santa María del Pilar hace poco más de un año, en una celebración presidida por el religioso marianista Rafa Iglesias. En este tiempo han intentado poner “los cimientos” para su proyecto de vida con una convicción, como remarca Alejandro: “El amor es lo único absoluto”.
Ellos analizan los datos, y pese al presumible pesimismo que traen consigo, ambos miran el vaso medio lleno. “Hay que mirarlo desde un punto de vista positivo. Si la gente se casa por la Iglesia hoy es porque lo han reflexionado de verdad y quieren asumir este compromiso desde un punto de vista cristiano”, indica a Vida Nueva Rocío.
Su ya marido incide en la misma dirección: “Siempre he pensado que en la Iglesia nos equivocamos al enfrentar la realidad desde los números. El cristianismo no tiene por qué ser una opción mayoritaria. Preguntémonos por ese 20%. ¿Cómo son? ¿Eligen esta opción y se les ve más felices? ¿Viven el compromiso de forma diferente?”. En el mismo sentido, Alejandro apuesta por “preocuparnos en darle sentido al matrimonio, que sea abierto a los demás, a la acogida, a la espiritualidad… porque esto es lo que para mí significa el matrimonio”. En su recorrido de fe y su vida junto a su comunidad parroquial han tenido al lado a verdaderos testigos, matrimonios en los que hoy se miran. Y es que ambos tienen claro que solo el testimonio de otros matrimonios puede hacer a los demás redescubrir la belleza del sacramento.
Testigos son, por ejemplo, Carmen Barbadillo y Ángel Fernández, miembros del equipo de cursillos prematrimoniales de la parroquia. En su opinión, la reducción de los matrimonios por la Iglesia se debe a la secularización de la sociedad española. Solo por citar un ejemplo, aluden a la menor presión familiar: “Si un miembro de la pareja no es partidario de la boda religiosa, su decisión prevalece, mientras que hace unos años, prevalecía la del creyente”. Ellos aluden también a la importancia de que los jóvenes encuentren espejos en los que mirarse. “Ven muchos casos de matrimonios rotos y piensan que tal vez no valga la pena el compromiso si se va a romper en un breve espacio de tiempo”, indican.
En su experiencia en los cursillos, no son pocos los ejemplos de parejas que se manifiestan como creyentes 0“y quieren tener a Dios por testigo de su matrimonio, pero a su vez se declaran poco practicantes”. “También detectamos un alto grado de inmadurez cristiana para su edad… con demasiados estereotipos”, añaden. A la hora de hacer autocrítica, el fallo de la Iglesia lo detectan rápidamente: la comunicación.
“No sabemos llegar a la sociedad con mensajes que calen y reviertan ese sentimiento de indiferencia por todo lo religioso y más por la Iglesia como institución”, reconocen. Y añaden: “No logramos trasmitir lo mucho que hacemos y por qué lo hacemos… No nos ayuda el lenguaje ni los gestos. Para gran parte de la sociedad, la Iglesia prohíbe, discrimina, excluye, no acepta, no admite la libertad… todo esto es absolutamente falso, pero lo piensan”.
Ellos, como cristianos, tienen claro cómo ayudar a que los jóvenes redescubran la belleza del matrimonio: aprendiendo a ilusionar. “Tenemos que romper la imagen de una Iglesia muy exigente con las normas, pero light en sus compromisos. Se tiene que notar que defendemos la diversidad, a los diferentes, a los excluidos, que acogemos a todos, que salimos en búsqueda del que necesita ayuda, aunque no es fácil y cuesta mucho esfuerzo. Pero que nos esforzamos pese a la debilidad, porque somos activos, porque no nos mueve solo la solidaridad hacia los demás, el voluntariado sin fondo, lo que nos mueve es el amor activo por todas las personas que necesitan nuestra ayuda, tanto de forma individual como colectiva. Y eso se consigue en comunidad, sintiendo juntos, divirtiéndonos juntos y rezando juntos”.