Colombia

El obispo emérito de La Guajira estará al frente de la formación de nuevos sacerdotes en Colombia





Héctor Salah Zuleta, tras 15 años al frente de la Iglesia en La Guajira colombiana, ha asegurado a Vida Nueva que una de las obras más significativas de su ministerio episcopal es la educación. “Siguiendo la tradición de los padres capuchinos que hicieron acá una obra maravillosa continuamos comprometidos con el tema”, expresó. No en balde la biblioteca pública de este departamento lleva su nombre.



El obispo emérito de La Guajira se encarnó en este territorio de la costa Caribe, al norte de Colombia.  Lo describe como “un paraíso tropical” donde su gente es “cordial, hospitalaria, alegre” pese a la mala fama que la casta política ha generado a causa de la corrupción.

Sin embargo el profeta de La Guajira deja puestas sus esperanzas en las nuevas autoridades gubernamentales: “Creo que se está produciendo un cambio muy positivo con las personas que llegaron a cargos en las elecciones de octubre pasado” y además no ha sido fácil para ellos porque “les tocó manejar está difícil calamidad del Covid 19” por eso “me siento muy contento y así le he dicho a mi sucesor”. Un voto de confianza muy valioso de quien en su gestión alzó la voz contra la malversación de fondos que costó el puesto a 8 gobernadores.

El legado educativo

La educación pública y de calidad es una de las banderas de Salah Zuleta y el mayor legado que ahora tiene en sus manos Francisco Ceballos, nuevo obispo de La Guajira. Para ello recuerda el trabajo iniciado en siglos pasados los religiosos capuchinos a través de los internados y que en la actualidad la diócesis administra tres con más de 4.000 niños y niñas indígenas beneficiados.

“El concepto de internado que manejamos en la Iglesia de La Guajira es muy distinto al que se maneja en el resto del país”, apostilla el obispo para añadir: “Se tiene el concepto de que internado es un lugar correccional, acá es un hogar donde muchachos y muchachas que viven en lugares muy distantes pueden contar con todos los medios: alimentación balanceada, agua potable y procesos pedagógicos de alta calidad que respetan sus costumbres y tradiciones”.

“Tuvimos un internado para la etnia kogui, que impartía la educación según secundaria, pero lamentablemente las malas prácticas administrativas, incluso guiadas por algunas personas de la etnia, hizo que las religiosas de la madre Laura que llevaban 50 años tuvieran que dejar el internado”, lamenta el prelado.

A pesar de estos reveses, la educación pública, administrada por la Iglesia, es el bastión más importante en esta región azotada por el hambre y la pobreza. “Si no hay educación de calidad es muy difícil que las personas puedan surgir, acceder a estudios universitarios y tener posibilidad de servir a su mismo pueblo”, agrega.

Migrantes y alimentación

Tras su retiro ha aseverado que hizo “un informe de gestión supremamente completo en todas las áreas de servicios que estamos realizando”, en el cual ha destacado el trabajo por los migrantes venezolanos.

En efecto, en menos de 4 años con el incremento de la población migrante venezolana, ha inaugurado dos casas de paso, una en Maicao a cinco minutos de la frontera  y otra en la capital Riohacha. Todo ello gracias al apoyo de las agencias cooperación internacional.

Este generoso apoyo se debe en gran medida a que “creen en el trabajo que realiza la Iglesia”. En ambos refugios de migrantes ofrecen servicios médicos, atención jurídica, orientación psicológica y hospedaje transitorio.

Junto con esto el año pasado abrió el Banco de Alimentos de La Guajira, una obra que beneficia a miles de habitantes de las llamadas rancherías o caseríos indígenas y es administrada por la propia diócesis. “Se hace la distribución de estos alimentos con una característica que yo he dicho que pone la diferencia: se hace desde la misericordia y el buen trato, porque la misericordia es ponerse en los zapatos del otro”, de manera que “no solo reciba el alimento, sino que sienta el calor humano”.

Por las nuevas vocaciones

Se siente muy contento por la salud de la que goza a sus 78 años. Por ello su determinación de servir a la Iglesia sigue en pie: “Me voy a dedicar y, de hecho, estoy realizado algunos preparativos para la pastoral sacerdotal en la Iglesia colombiana”, comenta.

Esta propuesta surge a partir de la cartilla que la Conferencia de Obispos ha publicado para sus 80 seminarios, por tanto “estos nuevos estilos de formación sacerdotal” no pueden “quedar en un libro muy bonito que se publicó, sino que hay que hacer una socialización con todas las metodologías de rigor”.

Para el obispo emérito es esencial que “los muchachos que aspiran a la vida sacerdotal comprendan que deben tener definido el sentido de su vocación” sobre todo por la reciente historia de la Iglesia que se ha visto afectada por el comportamiento inapropiado de algunos.

También ha destacado el valioso aporte de “un gran  número de sacerdotes y religiosas que han trabajado una manera abnegadísima” por ejemplo “aquí en el departamento sin la labor de religiosos capuchinos, franciscanos, dominicos y lauritas este territorio estaría en condiciones muy difíciles, pero gracias ese trabajo de presencia, de pastoral social, de acompañamiento, de educación ha contribuido a que este departamento está en mejores condiciones”.

Foto: El Heraldo

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