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“Nuestras iglesias se están vaciando”, dice un sacerdote víctima de Karadima





“Si no actuamos frente al urgente clamor por cambios y medidas radicales para restaurar una cultura eclesiástica según el Evangelio, seguiremos ―como Iglesia― dañando gravemente a personas, y traicionando la misión de Cristo que es dar Vida al mundo”, expresa Eugenio de la Fuente Lora, sacerdote diocesano del clero de Santiago, formado por Fernando Karadima, víctima y denunciante de su abuso de conciencia y poder. Fue uno de los tres sacerdotes invitados por el Papa a darle su testimonio respecto de los abusos en Chile.



A través de una declaración escrita, denuncia que “el número y la extensión de los abusos de conciencia y poder en contextos eclesiales es desconocido, pero enorme. Y es el problema de fondo. Solo en algunos casos éstos derivan en abuso sexual”. Hace referencia a los diez años que se cumplieron, en marzo pasado, de la carta de Benedicto XVI a los católicos de Irlanda, en relación a los abusos cometidos por el clero en ese país.

Drama devastador

Esa carta pontificia puede “considerarse como el inicio de la toma de conciencia del devastador drama de los abusos en el seno de la iglesia”, señala al reconocer que en este período “ha habido algunas personas e instituciones intraeclesiásticas que han dado lo mejor de sí para avanzar aportando tiempo, trabajo duro, y muchas veces incomprensiones”.

Él mismo ha sufrido esas experiencias integrando la Red nacional de víctimas de abusos lo que le permite afirmar que “aún estamos lejos de comprender y atacar el núcleo del problema”.

De la Fuente apunta a que “el número y la extensión de los abusos de conciencia y poder en contextos eclesiales es desconocido, pero enorme. Y es el problema de fondo. Solo en algunos casos éstos derivan en abuso sexual”, asegura. Reclama la falta de estudios y de medidas para enfrentarlos, todo lo cual hace más “difícil denunciarlos y demostrarlos, manteniéndose ocultos y encubiertos. Esto ha creado un vasto escenario de destrucción psicológica”.

Ejercicio de la autoridad

Frente a esta grave situación que afecta directamente a la misión de la iglesia y que constata en su trabajo como párroco, De la Fuente reclama que “no se ha iniciado una reflexión seria y profunda sobre el ejercicio de la autoridad en la Iglesia; sobre su alcance y sus límites, y sobre el respeto irrestricto a la libertad de la persona humana y de su conciencia, enunciado por el magisterio (GS 16-17; Catecismo de la Iglesia Católica, 1730). Resulta incomprensible que a estas alturas no exista una definición de abuso de conciencia. ¿Negligencia o temor ante un debilitamiento de poder?”, se pregunta.

También denuncia que “se mantiene una permisividad implícita para que muchos movimientos, prelaturas personales, congregaciones, institutos seculares y ambientes parroquiales ―donde la cultura de abuso de poder y de conciencia es muy evidente tanto por su funcionamiento como por los heridos que han dejado en el camino― sigan funcionando con toda libertad sin que se realice ninguna revisión”.

Aunque reconoce el aporte de los protocolos de prevención y atención a víctimas de muchas conferencias episcopales, denuncia que “los dicasterios de la Sede Apostólica, a quienes compete el problema, conservan un hermetismo que atenta contra la confianza de quienes han recurrido a ella para denunciar”. En este punto agrega que es casi imposible denunciar a un obispo o cardenal y que “las víctimas muchas veces se enteran por la prensa de decisiones incomprensibles respecto de sus casos, lo que las revictimiza y aumenta su dolor”.

“Resulta incomprensible, continúa De la Fuente, que diversos temas se traten en sínodos que duran casi un mes, mientras que la pandemia de los abusos en una “cumbre” de solo cuatro días (febrero de 2019). En ella, apenas se tocaron los temas de abusos de poder y de conciencia”.

Cultura de abuso y encubrimiento

Finalmente se refiere a la dura intervención del Papa Francisco a la iglesia chilena cuando, en abril de 2018, después de leer el informe Scicluna, llamó a todos los obispos de Chile a Roma. Allí les leyó un documento en el que, dice De la Fuente, “denunció la existencia en la Iglesia chilena de una “cultura de abuso y encubrimiento”. Para subsanarla, vendría una serie de “medidas de corto, mediano y largo plazo”. Luego de algunas medidas inmediatas, hemos visto detenida la intervención en nuestra Iglesia. La mayor parte de los obispos siguen renunciados, y el resto de las diócesis están con administradores apostólicos provisorios”, acusa en su declaración.

Con estos antecedentesl concluye que “muchas, demasiadas personas que han sido víctimas de abuso sexual, de poder o de conciencia en contextos eclesiales y que han sido revictimizadas por indiferencia, negligencias o encubrimientos, están perdiendo lo que una vez llenó sus vidas de sentido y de esperanza: la fe. Es un hecho que nuestras iglesias se están vaciando”.

Cierra el documento llamando a “tratar de ser un flujo de vida nueva que de modo apasionado trabaje por renovarla, y que interpele a la jerarquía para volver al Evangelio de Jesucristo y a su pasión por dar Vida en abundancia al ser humano. “La Iglesia somos todos”, se nos dice. ¡Cobremos esta palabra!”.

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