La periodista y escritora atraviesa un momento dulce. En poco tiempo ha pasado de ser cronista política a presentar el magacín ‘Ya es mediodía’ (Telecinco). Ahora se estrena como presentadora de ‘realities’ con la nueva apuesta de Mediaset, ‘La casa fuerte’. Por si fuera poco, acaba de presentar su quinta novela: ‘Mil besos prohibidos’ (Planeta).
PREGUNTA.- Acaba de publicar ‘Mil besos prohibidos’, un libro que habla de los primeros amores y con un título paradójico para los tiempos que vivimos…
RESPUESTA.- Absolutamente profético, porque jamás pensamos que los besos estarían prohibidos por riesgo al contagio de un virus tan malo. Todo ha coincidido y está siendo muy intenso.
P.- Los primeros amores ¿no están inflacionados?
R.- Los primeros amores ocupan un espacio privilegiado en la memoria. No necesariamente se convierten en obsesión, como les ocurre a los personajes de mi novela. Pero siempre estarán ahí, en la memoria de cada uno de nosotros.
P.- La obra gira en torno a una indestructible historia de amor, ¿hay amores así o solo en la ficción?
R.- La ficción te permite algo maravilloso: inventar. Inventar aquello que no existe: diálogos imposibles, situaciones deseadas… Seguro que existen historias así en la vida real, pero siempre digo que en la ficción se vive mejor.
P.- A nuestra generación nos marcó ‘El pájaro espino’, de McCullough, y la adaptación televisiva protagonizada por Richard Chamberlain. ¿Estaba presente a la hora de abordar la novela?
R.- Totalmente. Tengo más la referencia televisiva, pero después, cuando estaba empezando a escribir, leí el libro. Cuando les conté el argumento a mis editoras, fue lo primero que les vino a la cabeza. Pero son tiempos distintos. La serie me marcó y quizás la tenía en algún rincón de la memoria. El hecho de que Mauro, el protagonista, sea sacerdote es una de las claves de la historia de amor.
P.- ¿Debería plantearse la Iglesia el debate del celibato?
R.- Es un dilema que se plantea en la novela, porque si no, no se entendería la historia, pero no me toca a mí decidir eso. Quería acercarme a la Iglesia y a un personaje como el padre Mauro desde el respeto. He trabajado la parte emocional con un sacerdote que me ha ayudado a hacer verosímiles las reacciones de uno ante la irrupción de una pasión. No quería que fuera una novela frívola ni superficial. Podemos imaginarnos lo que siente un sacerdote cuando se enfrenta a una pasión, a un amor imprevisto. Es algo sobre lo que no sabía nada y he aprendido mucho de la Iglesia al prepararlo. Mis raíces son católicas, y lo soy, y no pasa nada por decirlo: ahora entiendo mucho más a los sacerdotes. (…)