El arzobispo emérito de La Serena, Bernardino Piñera Carvallo, murió hoy a los 104 años en el Hogar de Ancianos de las Hermanitas de los Pobres, en Santiago. Tío del actual presidente de la República, Sebastián Piñera, fue figura destacada en el episcopado chileno, del cual fue su presidente durante dos períodos entre 1983 y 1988.



Nació en París, en 1915, donde también hizo sus estudios de enseñanza básica. En Chile, estudió medicina en la Pontificia Universidad Católica donde se tituló en 1941 y continuó estudios de especialidad en Cleveland, Ohio, Estados Unidos. De regreso a su país ingresó al Seminario Pontificio y obtuvo la Licenciatura en Teología, en la misma universidad, en 1947. Fue ordenado sacerdote el 5 de abril de 1947.

Su servicio pastoral

Fue asesor de la Acción Católica y de la Juventud Obrera Católica (JOC); Capellán del Hogar de la Empleada de Casa Particular; y Vicerrector de la Universidad Católica de Chile (1950-1953), entre otros cargos.

Elegido obispo por el Papa Pío XII, fue consagrado en abril de 1958 y destinado como auxiliar del obispo de Talca, Manuel Larraín. Trasladado como obispo de Temuco, asumió esta diócesis en enero de 1961 y renunció a ella en 1977 para dedicarse tiempo completo a la Secretaría General del Episcopado, cargo para el que fue elegido por la asamblea plenaria de obispos, en un período de gran tensión entre la Iglesia y el gobierno militar, durante la dictadura. Allí pudo aplicar su reconocida capacidad de diálogo, ya que en varias oportunidades debió hacer defensa pública de posiciones contrarias a las del gobierno, en representación de la Iglesia.

Participó en las 4 sesiones del Concilio Vaticano II, en la Conferencia de Puebla y en el Sínodo de Obispos en Roma los años 1967 y 1980.

En 1983, fue nombrado Arzobispo de La Serena hasta cumplir los 75 años en 1990 cuando pasó a ser emérito y se trasladó a vivir en el convento franciscano de Santiago, orden en la cual era miembro terciario. Entre 1983 y 1988 fue Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, cargo en el cual le correspondió presidir la recepción al Papa Juan Pablo II durante su visita al país.

Consecuente con su estilo austero, murió en la residencia de las Hermanitas de los Pobres donde vivió más de 20 años. Al morir era el obispo más longevo del mundo, por ello recibió un especial reconocimiento del Papa Francisco en su visita a Chile, en enero de 2018. ​

Atento a los problemas sociales

Hombre de cultura amplia, estuvo siempre al día en los grandes temas de diversas ciencias nutrido por su mucha lectura. Tuvo la experiencia de la iglesia preconciliar, fue activo participante del Concilio y luego entusiasta impulsor de su aplicación en Chile. Hablaba 6 idiomas. De inteligencia aguda, expresada con sencillez y cordialidad, estuvo siempre atento a los problemas sociales y era sensible a las condiciones de los más vulnerables.

Durante su juventud trabajó con san Alberto Hurtado. En relación a las tan diversas situaciones mundiales y nacionales que le tocó vivir, dijo que “el siglo XX tuvo sus grandes virtudes y grandes fallas Creo que la evolución en general es positiva. El nivel de vida en el mundo occidental y en Chile ha avanzado muchísimo, pero quedan todavía grandes zonas de pobreza y miseria que debemos y podemos ir subsanando”.

Quienes lo visitaban dan cuenta de su alegría y gratitud por la vida en la que reconocía haber sido feliz. Incansable luchador por la paz, le correspondió participar en las negociaciones por el diferendo limítrofe con Argentina, que derivó en la mediación papal, a cargo del Cardenal Antonio Samoré, en 1978.

Al conocerse la noticia, hoy, el presidente Piñera definió a su tío obispo como “un hombre bueno, sabio y dedicado a servir a Dios y al prójimo”. Por su parte la vocera de gobierno, Karla Rubilar, lo describió como “un hombre de una trayectoria completamente dedicada al servicio público a través de la religión, a través del sacerdocio”.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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