La educación se enfrenta a una verdadera revolución: debe reorganizarse sin perder su tradición para afrontar un contexto nuevo. Es algo similar a lo que ocurrió con la invención de la imprenta”. El arzobispo italiano Angelo Vincenzo Zani, secretario de la Congregación para la Educación Católica, está muy preocupado por cómo el coronavirus ha agravado la crisis que ya sufría la escuela.
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Para afrontar los problemas estructurales de este pilar básico de la sociedad, el Papa convocó el pasado mayo una serie de eventos en Roma con los que lanzar un nuevo Pacto Educativo Global. La pandemia obligó a retrasar los actos a una fecha por definir, aunque el 15 de octubre tendrá lugar una primera etapa virtual. “La escuela es un pulmón fundamental de la vida social y, si no le damos su justo peso, estamos renunciando al futuro y tendremos cada vez una sociedad más pobre”, advierte el ‘número dos’ del organismo vaticano, del que dependen las 210.000 escuelas católicas y las 1.365 universidades y 500 facultades eclesiásticas del mundo.
PREGUNTA.- En el mensaje con el que lanzó la invitación al Pacto Educativo en septiembre de 2019, el Papa dijo que hoy más que nunca hacía falta unir esfuerzos para crear una “amplia alianza educativa para formar personas maduras”. ¿Por qué esa exigencia es hoy mayor que en otros períodos?
RESPUESTA.- Por la necesidad de sanar heridas y reconstruir algo que se ha roto. Ahora, con el coronavirus, es aún más necesario. Toca remangarse. Es el mismo concepto de la encíclica Laudato si’: debemos desarrollar un trabajo conjunto por la Casa común, pero, para eso, hay que educarse y estar preparados. No es algo espontáneo, sino una toma de conciencia del vacío y de las fracturas creadas. Tenemos que superar el miedo y la fase de conmoción en que nos encontramos, pues seguimos desorientados, buscando a quien echarle las culpas. Debemos, en cambio, ver hacia dónde queremos ir y cuál es nuestro objetivo. Para ello hemos de desarrollar un proyecto conjunto, compartirlo y realizarlo. Ese es el objetivo del Pacto Educativo.
Tres fracturas
P.- ¿Cuáles son esas fracturas de las que habla?
R.- Ya antes de que comenzara la pandemia del coronavirus, reflexionaba sobre las tres profundas fracturas de nuestra sociedad, que se han ampliado con esta crisis. La primera es la fractura del hombre con la trascendencia. El Santo Padre nos pide siempre que cojamos de la mano a los chicos y los llevemos a una realidad total, con todos sus problemas y sin descartar ninguna de sus dimensiones, una de las cuales es la trascendencia, la capacidad de mirar al absoluto. La segunda fractura es con el prójimo. Por ello, el Pacto Educativo es una herramienta para superar el egoísmo. Y la tercera gran factura, ya señalada por el Papa en Laudato si’, viene de nuestra falta de respeto a todo lo que hemos recibido: el don del medio ambiente, que debemos custodiar para poder transmitir a las próximas generaciones un mundo mejor.
P.- ¿Qué cambio ha provocado el coronavirus en esas fracturas?
R.- Lo primero ha sido nuestra relación con el tiempo. Antes estábamos preocupados de no perderlo y, de golpe, nos hemos topado con un vacío con el que no sabíamos qué hacer. Hace falta proyectar el tiempo. Es lo que propone el Pacto Educativo. Si no tienes un proyecto, cuando se para el tiempo, entras en crisis. Otro gran problema que ha emergido es el de las relaciones, tanto entre muchos jóvenes, a los que les faltaba una relación profunda con sus coetáneos, como en las familias. Ahora hace falta salir y ponerse en camino, lograr una contratendencia para ponernos al servicio de los demás. Debemos construir una realidad diferente de la que hemos heredado.
P.- Las escuelas fueron las primeras instituciones en cerrar por el coronavirus y van a ser las últimas en reabrir. ¿Qué mensaje está mandando la sociedad a los estudiantes?
R.- Esta situación muestra que en nuestra sociedad la educación no tiene la relevancia que debería. Estamos intentando mirar solo los aspectos económicos, funcionales y lúdicos, pero, ¿y el futuro, que es de las nuevas generaciones? Por desgracia, solo he visto iniciativas marginales para acompañar a los docentes a gestionar una situación imprevista y difícil de gobernar. Es necesario desarrollar una didáctica diversa, que recupere a los que se han quedado atrás. El problema no se resuelve solo con la enseñanza a distancia. La escuela es un pulmón fundamental de la vida social y, si la marginamos y no le damos su justo peso, estamos renunciando al futuro y tendremos cada vez una sociedad más pobre.