El papa Francisco recordó en la audiencia general que presidió este miércoles en la biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, como es habitual desde que comenzó la pandemia del coronavirus, a las víctimas del terremoto que sacudió ayer el estado mexicano de Oaxaca, al sur del país. El seísmo, de 7,5 grados de magnitud, causó al menos seis muertos, diversos heridos tanto en este territorio como en Ciudad de México y daños en 55 monumentos y alrededor de medio millar de viviendas.
“Ayer un violento terremoto azotó el sur de México, causando algunas víctimas, heridos y enormes daños. Rezamos por todos ellos. Que la ayuda de Dios y de los hermanos les dé fuerza y apoyo. Hermanos y hermanas, les estoy muy cercano”, dijo el Pontífice en español al final de su alocución, cuando saludó en los distintos idiomas a los peregrinos que seguían la audiencia general a través de los medios de comunicación social.
Continuando con su ciclo de catequesis sobre la oración, dedicó la reflexión de este miércoles a la figura del rey David. “Ante todo, era un pastor; cuidaba a los animales y los defendía de los peligros. Así intentó comportarse posteriormente con el pueblo que le fue confiado por Dios”, destacó Jorge Mario Bergoglio, destacando cómo la imagen del pastor aparece a menudo en la Biblia. “También Jesús se define ‘el buen pastor’”.
A diferencia de lo que puede ocurrir con las personas obligadas a vivir durante largo tiempo aisladas de la sociedad, David no era “un hombre vulgar”, sino que se trataba en cambio de una “persona sensible, que ama la música y el canto”. La oración nace precisamente de esa convicción de que en la vida hay algo más, un “misterio sorprendente” que nos provoca la poesía, la música, la gratitud, las alabanzas o el lamento y la súplica, detalló Francisco. “Cuando a una persona le falta la dimensión poética, la poesía, su alma cojea”, dijo, improvisando sobre el texto que tenía preparado.
El rey David fue un “personaje contrastante: es virtuoso y pecador, perseguido y perseguidor”, pero en cuya vida hay un “hilo conductor” que todo lo une: la oración. “Puede ser una oración con tonos de júbilo o de lamento, pero siempre en diálogo con su Creador, que lo escucha. David nunca estuvo solo, aunque físicamente lo estuviera, porque fue capaz de entablar una auténtica relación de amistad con Dios, el verdadero compañero de viaje del hombre”.