Tres meses después de cumplir los 85, el cabeza de familia de los Llovet “escapó” del laberinto del Alzheimer diagnosticado años antes. Durante ese tiempo, su esposa e hijos le acompañaron en el progresivo deterioro de sus capacidades cognitivas, escuchando y acogiendo lo que sucedía día a día. Ahora, la benjamina de la casa, Ana, ha querido contar cómo vivió esta historia de frases “descalabradas” y sentimientos compartidos en ‘¡Quiero resucitar! Palabras y “despalabras” del Alzheimer’ (San Pablo).
PREGUNTA.- ¿Por qué un título así? Suena a deseo, pero parece casi una profesión de fe…
RESPUESTA.- Es una de las frases que dijo mi padre en su Alzheimer y que más me impresionó. Yo la interpreto como su manera de hacernos saber que, en su demencia, era consciente, a veces, de que estaba muy enfermo y de que quería salir del laberinto en el que se hallaba. Es el deseo de renacer de las cenizas, algo que todo ser humano sentimos alguna vez; de alcanzar la vida eterna, que en mi visión es el momento presente libre de angustia, en comunión con uno mismo y con el entorno. “¡Quiero resucitar!” guarda la semilla de la transformación. Ver la oportunidad de crecimiento y de creación en el caos que te haya tocado vivir. Siempre tuve claro que ese iba a ser el título del libro, que se estructura en torno a las palabras y lo que llamo ‘despalabras’ (lenguaje en descomposición) que surgieron de los labios de mi padre en su enfermedad.
P.- El Alzheimer descompone la memoria, el lenguaje… ¿Encontró algo “constructivo” en esa cruel enfermedad que sufrió su padre?
R.- Pasamos momentos terribles, pero a mí me dio la oportunidad de madurar, de acercarme a mi padre de manera definitiva y de aprender a amar sin esperar nada a cambio.
P.- ¿Por qué ha decidido compartir una experiencia tan personal, tan íntima?
R.- Quería dar voz a mi padre y a los enfermos de Alzheimer. Contar al mundo que sienten, se emocionan, sufren. Que tenemos que escucharlos, que tienen mucho que enseñarnos. Después, mientras escribía, me fui dando cuenta de que sus ‘despalabras’ me estaban aportando claves de mi propia vida. Por eso, es un libro a corazón abierto. Muchas personas se pueden ver reflejadas en esta pequeña historia, que es la de tantos.
P.- Pese a que no ahorra detalles ciertamente duros, la ternura y la esperanza recorren las páginas de su libro. ¿Ha resultado terapéutico este viaje?
R.- Sin duda. Ya lo fue cuidar de mi padre. Ahora, al escribirlo, todo ha cobrado más sentido. (…)