Mariella Enoc, presidenta del Bambino Gesù, es un terremoto. Le solicité una entrevista para Donne Chiesa Mondo porque es una de las pocas mujeres que cuenta en el Vaticano. Gestiona un hospital pediátrico que ha cumplido 150 años y que está a la vanguardia en el cuidado y la investigación.
607 camas, 28.000 ingresos cada año; 290.000 operaciones o intervenciones, 339 trasplantes; 22.000 días de hospital de día; 84.000 accesos a urgencias y además, 1.900.000 servicios ambulatorios. Además, el estudio sobre las enfermedades raras y ultra-raras que han proporcionado respuestas al 50% de los enfermos que lo han solicitado. Y 700 científicos y expertos comprometidos en la investigación.
La mujer que tengo delante es, por tanto, “poderosa” desde el momento que dependen de ella estructuras sanitarias en Italia y en el mundo. Gestiona millones de euros. Envié las preguntas que quería hacerle, concerté una cita con mucha antelación y a mi llegada encontré sus respuestas ya preparadas “para tener una base de discusión”, me dice. El inicio es cordial pero formal.
“¿Se siente una mujer de poder?” Ella sonríe. “Me siento una mujer con una gran responsabilidad, siento la necesidad de ser siempre muy cuidadosa, de ser prudente… Soy consciente de que este hospital, tan importante para el cuidado de los niños y para los miles de personas que trabajan allí, no debe sufrir daños, se necesita vigilancia continua… Pero el poder no, no me interesa, creo en la autoridad, no el autoritarismo”.
En pocos minutos, la entrevista se convierte en una conversación y el buen humor arrolla al clima formal y las ganas de contar de una mujer de 76 años, con una mirada alegre y vital y un vestido verde. “Nunca me vestí de hombre. Lo sé, cuando las mujeres se convierten en gerentes, van a las juntas directivas vestidas como hombres. Yo, no, siempre vestidos de mujer, a veces comprados en un mercadillo, pero vestidos”.
“¿Trabajo o misión?”, le pregunto. “Para mí el trabajo, y este trabajo en particular, es solo misión… Me hago continuas preguntas: ¿cuál es mi fin? ¿Qué me motiva a comprometerme y también a dedicar mi vida? Después están las decisiones serias y alguna vez dolorosas, pero también estas forman parte de mi misión”.
No necesito mucho para entender que las preguntas preparadas frente a su pasión y a la realidad que Mariella está preparada para contarme. En pocos minutos me ha roto todos los esquemas.
“¿Sabía que me dicen que parezco la hermana del Papa?”. “De hecho es verdad que se parece” respondo.
Sé muy bien que la presidenta del Bambino Gesù no se refiere a la semejanza física –aunque también la hay–, sino al espíritu con el que afronta su misión, la testarudez con la que derriba ritos, la oficialidad, yendo a la sustancia de las cosas, a los niños enfermos que deben sanar en Italia y en otras partes del mundo donde la gran institución del Bambino Gesù trata de llegar, a la búsqueda de una Iglesia que sea de quien sufre.
La relación con Francisco es cercana. “Cuando el Pontífice viene a vernos no quiere ninguna acogida oficial y nosotros tratamos de obedecerle. Las visitas se desarrollan como quiere él. Solo hay una cosa en la que no cedo. Antes de la visita a una sala, debe lavarse las manos con cuidado y después hacerlo de nuevo cuando pasa a otro sector. Acaricia y besa a muchos niños. La última vez se cansó de los protocolos: “No tengo miedo de contagiarme”, me dijo. “No lo hago por usted, sino por los niños”, respondí.
Francisco es Francisco, un pontífice fuera de los esquemas, pero hablamos también del resto, del poder y de los roles, los hombres que lo ocupan, la marginación de las mujeres. “La estoy entrevistando porque en el Vaticano hay pocas mujeres que cuentan y usted es una de ellas. ¿Se ha preguntado alguna vez el porqué de esta escasa presencia femenina? ¿Misoginia? ¿Discriminación?”.
“No, no se trata de misoginia o de discriminación. Las mujeres son una voz nueva y hay miedo de lo nuevo, miedo de volver al origen de la comunidad cristiana. Hablaría de actitud de defensa; esto es lo que impide al Vaticano admitir a las mujeres en roles de responsabilidad. Esta actitud de defensa vale para los laicos. Cuando los problemas emergen, la Iglesia-institución se defiende y piensa mantener solo a aquellos que no los crean”.
Mariella Enoc ha sido elegida por su profesionalidad y competencia que la han llevado a ocupar puestos importantes. Siempre ha sido la “primera” y se ha encontrado desempeñando roles que nunca habían sido ocupados por una mujer, pero nunca ha sentido discriminación. “Siempre he tenido buenos colaboradores”, añade.
“¿Colaboradores? ¿Y colaboradoras? ¿Tiene mujeres a su lado?”. “En más de cuarenta años no he conseguido encontrar mujeres que quisieran o pudieran involucrarse conmigo. Quizá mi enfoque del trabajo es demasiado absorbente o tal vez no se dan las circunstancias adecuadas. Las mujeres son médicos extraordinarios, llenas de profesionalidad y abnegación, pero tal vez no están disponibles para un trabajo gerencial que ocupa toda la vida como el mío. Siento su ausencia como un punto débil en mi historia profesional. He pensado sobre ello”.
“¿Y a qué conclusiones ha llegado?”. “Cuando empecé a trabajar pensaba que la cuota rosa era una tontería, después me he dado cuenta de que, si no llega a existir una ley al respecto, pocas mujeres hubieran entrado en un consejo de administración y cambié de idea”.
La presidenta del Bambino Gesù no tiene reparos en criticar ni en hacer autocrítica. No le interesa el poder y detesta los formalismos y los ritos. Admite la pasión como fundamento de su trabajo y no tiene ninguna timidez en declararlo.
“Si hubiera un hombre en su lugar, ¿se comportaría así?”. “Por supuesto que la forma en que dirijo el hospital expresa lo que soy: una mujer. El hombre y la mujer son diferentes, son diferentes en la forma de pensar, en la forma en que toman decisiones. Lo más importante es ser siempre tú mismo. Sin embargo, las mujeres son más rápidas en la toma de decisiones”.
Usted es rapidísima, identifica el problema, lo examina, discute con sus colaboradores y actúa. Si el objetivo es cuidar a los niños en Ngouma, un pueblo de la República Centroafricana, el Bambino Gesù crea allí un centro sanitario.
“Cuando llegué me di cuenta de que había un centro, pero no había calle. ¿Cómo hacían para llevar a los niños? Alguien me dijo que la construcción de la calle no dependía de nosotros. Quizá, pensé, pero era necesaria. Encontré otro millón de euros e hice que se construyera. Y luego compré un motor para la barcaza que cruzaba el río y que funcionaba todavía con remos”.
Siria y Etiopía en los proyectos del Bambino Gesù. Y muchos más. El hospital va donde se necesita e identifica nuevas necesidades en la sociedad que se transforma. “Hoy deberíamos invertir en estructuras territoriales capaces de interceptar y gestionar el trastorno mental. ¿Sabía que aumentan cada día en nuestro servicio de urgencias los adolescentes que llegan por actos de autolesión o intentos de suicidio?”.
Estoy segura de que Mariella Enoc afrontará pronto este problema y lo resolverá. El motor de la pasión es imparable. Estamos en su estudio, sencillo, sin adornos ni objetos de valor. En las paredes, fotos del Papa Francisco. Episodios, historias de sus encuentros con él. “Una vez me sugirió un caso. Subrayo: me lo indicó, nunca ha ordenado nada. Concluyó su carta con esta frase: ‘lea, llore, decida’. Leí, decidí lo mejor para el niño. Y no lloré, no tengo el don de las lágrimas”.