El seguimiento de Jesús fue el tema de la homilía de Luis José Rueda Aparicio, que este 28 de julio –como todos los domingos, desde que su posesión canónica como arzobispo de Bogotá– ha celebrado la eucaristía televisada por el Canal RCN, desde la Capilla del Sagrario en el centro de la capital colombiana, llevando un mensaje de esperanza a las familias, a la luz de la Palabra de Dios.
Al referirse al Evangelio según san Mateo, en el capítulo 10, el obispo subrayó tres grandes exigencias que conlleva seguir a Jesús: “amarlo más a él que a la misma familia; estar dispuesto al sacrificio, es decir, a tomar la cruz para seguirlo; y estar dispuestos a dar incluso la vida, como él la dio”.
Aunque se trata de tres exigencias fuertes y radicales, Rueda destacó que “nada de lo que nos pide el Señor es imposible, es más –agregó–, él primero lo vivió y amó más allá de las fronteras de su propia familia”. Además, “Jesús es capaz del sacrificio por amor y de dar la vida”.
Enseguida, el arzobispo de Bogotá se detuvo en el símbolo del vaso de agua fresca que se desprende de la liturgia de la Palabra. “Nosotros, los seguidores de Jesús, hombres y mujeres, somos un vaso de agua fresca que es capaz de amar a plenitud”, lo mismo a la propia familia que al vecino y a otras personas, más allá del núcleo familiar.
“Ese amor nos hacer fraternos, hermanos de todos, especialmente de los que están sufriendo más en este momento”, continuó el pastor, exhortando al sacrificio y a la austeridad, particularmente “en estos momentos difíciles que vivimos en lo económico, en la salud, pero ahí no podemos perder la esperanza, debemos ser como un vaso fresco de agua fresca que se entrega a los demás, pues siempre tendremos algo para compartir y ofrecer al necesitado, al enfermo”.
De igual forma, Rueda Aparicio destacó el valor de dar la vida por el otro, “como la entrega una mamá o un papá por sus hijos“, y destacó el testimonio de un sacerdote que falleció recientemente en el Chocó: “entregó su vida hasta el final sufriendo, acompañando a los enfermos del Covid-19, ¡eso es ser vaso de agua fresca que cree en la resurrección y está dispuesto a donar su propia vida!”.
El arzobispo de Bogotá no dejó de referirse a la buena noticia de la próxima beatificación del médico venezolano José Gregorio Hernández. “Va a ser elevado a los altares un médico que en su profesión y en su tiempo, en medio de una peste, se dedicó a acompañar a los enfermos, a sanarlos, a curarlos“, dijo, poniéndolo como referente a los servidores públicos, a los médicos y enfermeros, a los párrocos y a las religiosas, incluso a los comunicadores que colaboran con la pedagogía del cuidado de la vida.
También valoró la labor del Banco Arquidiocesano de Alimentos, bajo el liderazgo del presbítero Daniel Saldarriaga y un grupo de empresarios “que han hecho del voluntariado, el servicio y el acompañamiento a los más pobres, una entrega y un sacrificio”.
“Somos simplemente un vaso de agua fresca, pero con una gran recompensa porque nos entregamos para refrescar la vida de los otros con amor“, concluyó el arzobispo de Bogotá.