Cuando se entrevista a este genio de las letras solo queda escuchar su discurso “pánico” y disfrutar de su verbo “patafísico”. Con motivo de la reedición de su maravillosa novela “La virgen Roja” (Berenice) le llamamos a su residencia parisina y nos encontramos a Arrabal en estado puro. Nada que añadir a su carnosa forma de adjetivar el mundo. Pasen y lean.
PREGUNTA.- Ha escrito obras muy transgresoras que presentan un mundo amoral…
RESPUESTA.- No quisiera ser transgresor y aún menos provocador, que es algo incontrolable (como pensaron Gödel y Pitágoras): mucho aprendí del surrealismo con André Breton, y de la pintura con Marcel Duchamp, y de Dadá con Tristan Tzara, y del teatro con Beckett e Ionesco… A todos mis amigos les debo tanto… pero, sobre todo y muy especialmente, a la madre Mercedes, mi inolvidable maestra en clase de párvulos.
P.- Ha contado muchas veces que se le apareció la Virgen…
R.- El 30 de septiembre de 1949, durante la riada de las chabolas (riada que fue eclipsada por la posterior y celebérrima de 1957) creí, feliz, tener una aparición de la Virgen María. Años más tarde relaté lo ocurrido en una novela. El día de los Reyes Magos del año 1982 una llamada telefónica me anunció la enorme sorpresa de que había recibido el Premio Nadal y poco después, el Nabokov Internacional de novela.
P.- Es usted creyente… ¿También practicante?
R.- Cuando las colmenas se vuelven agnósticas crean un dios. Desgraciadamente soy más practicante que creyente. Pero soy un verdadero hincha de la Virgen María. Y ella en cierto modo no me olvida. Cuando le pido cosas irrealizables o morrocotudas las cumple con el rigor matemático de la confusión. Por ejemplo, despertarme a una hora inverosímil en tiempo de conferencias y vuelos. A veces con Ella de cómplice me vuelvo sibarita. Invento errores.
P.- ¿Qué opinión le merece el papa Francisco?
R.- Le he escrito para comunicarle que él y yo nos operamos del pulmón por tuberculosis con una nueva técnica en aquel momento (1957) cuyos resultados no eran muy seguros. Le afirmé que desde entonces estoy bien pulmonarmente, aunque en otros sectores… Los gorrinos de Jabugo contemplan perplejos el arco iris.