La voz de Brunella Campedelli, presidenta nacional de la Asociación de colaboradores familiares del Clero, es clara, cariñosa y sin desconfianza. Ante la idea de razonar sobre la evolución del papel de la ‘perpetua’, no se pone a la defensiva, se ríe: “No queremos oír hablar de ‘perpetuas'”. En la famosa novela de Alessandro Manzoni ‘Los esposos prometidos’, Perpetua es la sierva de don Abbondio, lo que equivaldría hoy a la figura del asistente personal.
No debe ser fácil liberar a las colaboradoras del clero de ese imaginario que se hace desde Manzoni en adelante, por antonomasia, siervas sabias y concretas, infinitamente cotillas, mujeres no casadas, de cuarenta para arriba, que cuentan fábulas sobre propuestas de matrimonios rechazadas. La suerte de la ‘perpetua’ está unida al sello de comedia de las páginas de Manzoni que narran sobre Don Abbondio y su vida doméstica.
Uno de los objetivos de la Asociación es salir de la comedia, restituir a todas aquellas que viven con los sacerdotes o que les ayudan a desempeñar su papel, toda su complejidad. “La asociación –cuenta Campedelli– nació en los 80 por intuición de un sacerdote. Pensaba en la formación de las personas que asisten al clero, que viven con los sacerdotes. En aquella época muchos sacerdotes tenían a su lado a los familiares, los padres”. Los familiares fueron los primeros interlocutores de la asociación.
“Ahora hay muchos sacerdotes jóvenes que no les gusta que la familia viva con ellos, así la asociación reúne parientes, padres, pero también familiares de espíritu. Los cursos de formación que promovemos tienen como tema el cambio para llevar a los sacerdotes nuestro rol de personas que les permiten crear un sentido de familiaridad. El esfuerzo de crear más visibilidad para este rol en la comunidad”, explica.
Y añade, “la necesidad de tomarse tiempo para entender que quien debe vivir en intimidad con el sacerdote debe tener algo más, una dimensión espiritual. A los cursos asisten sobre todo mujeres, chicas, algún padre, pero también algunos colaboradores hombres”.
Dar una familia al sacerdote, permitirle que “experimente un clima de familia en la cotidianidad de su vida y de su ministerio; ese clima de familia que le dispone a ser instrumento de comunión dentro de la comunidad”, preparar colaboradores y colaboradoras, secretarios y secretarias parroquiales, colaboradores en las funciones administrativas para tener un rol no solo práctico, sino también íntimo, nutritivo, es el horizonte de la Asociación así como viene recogido en el V Congreso eclesial nacional de Florencia del 2015.
“Fui catapultada a esta dimensión a través de la madre de un sacerdote. Yo era mayor que el sacerdote con el que trabajaba. Para él era importante que yo asistiera a un curso de formación, así que me dijo que le preguntara a mi marido si le parece bien y así lo hice. La Asociación nació y tenía un espíritu que me gustaba”.
Como primer modelo de su compromiso, la Asociación elige uno muy elevado, María, un modelo de espiritualidad más que de practicidad; pero es así, a través de la espiritualidad, me explica Brunella, que el hacer encuentra la plenitud de su significado: “No soy una empleada doméstica o un ama de llaves, ayudo al sacerdote en la oficina y, en primer lugar, todas las mañanas, sigo la gestión de la escuela infantil”.
Nos cuenta que “el sacerdote que me dirigió en este camino tuvo un tumor y murió en nueve meses. Él en el hospital y yo “en la oficina”, con la ayuda de otros sacerdotes, no lo abandoné nunca. “Mi familiar”, me llamaba. Después de que muriera continué y me convertí en presidenta nacional de la Asociación, una presidencia muy colaborativa. Esto para mí es una vocación. Lo considero como una segunda vocación, la primera es la de mujer y madre y mi familia la he sentido siempre cercana.
Ahora estoy al lado de un joven sacerdote, don Giampaolo, lo siento muy cercano, como otro hijo. Y yo mismo me he encontrado siendo punto de referencia para la comunidad: cuando voy a la rectoría, las personas también me esperan cuando tienen algo dentro que quieren sacar fuera. Lo que hacemos es un camino espiritual“.