El papa Francisco ha rescatado durante la pandemia por el coronavirus una antigua reivindicación, la petición de reducir o incluso condonar la deuda que pesa en los presupuestos de los países más pobres. Lo hizo el 12 de abril durante la bendición Urbi et Orbi. Esta propuesta ha llegado ya a la ONU a través del Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, Ivan Jurkovič.
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Actuar con decisión
Esta medida, según señalan los medios vaticanos, podría “salvar vidas en lugar de perderlas” tras la brecha social y económica que abre la situación creada por la emergencia sanitaria. Una crisis que “afectará más gravemente a la vida y los medios de subsistencia de los habitantes del mundo en desarrollo”. Para el arzobispo Ivan Jurkovič esta medida es “una vía a través de la cual este impacto potencialmente devastador podría suavizarse” además de hacer “frente a la agobiante carga de la deuda externa acumulada, tanto a nivel público como privado, en los países en desarrollo en los últimos años”.
Esta petición se ha hecho en Ginebra, durante el 67º período de sesiones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo el pasado 2 de julio. Jurkovič insistió en la importancia de una acción coordinada de la comunidad internacional para proporcionar un alivio de la deuda a los países afectados por la crisis. “La comunidad internacional puede actuar con decisión”, sentenció al recordar algunos compromisos previos de las organizaciones.
Para Jurkovič es preocupante la desinversión en “el sector de la salud, por el abuso y la depredación del medio ambiente natural del que depende, en última instancia, no sólo la vida económica, sino toda la vida humana”. Por ello considera que “el desafío inmediato” es garantizar que los encargados de la formulación de políticas dispongan del espacio y los recursos necesarios para responder a la conmoción sanitaria y mitigar los daños económicos que la acompañan. Algo que solo se puede hacer luchando contra la indiferencia.