El compositor italiano Ennio Morricone (1928-2020) falleció esta madrugada a los 91 años en la clínica Campuos Biomedico de Roma a causa de las complicaciones derivadas de una fractura de fémur por una caída sufrida en los últimos días.
Su fallecimiento llega apenas unas semanas después de que se anunciara la concesión del Premio Princesa de Asturias de las Artes 2020, a la limón con John Williams, otro genio de las bandas sonoras que lo mismo te firma una de tiburones que de extraterrestres o aprendices de magos.
El compositor católico se hizo célebre gracias a películas como ‘La misión’, que narraba las gestas de los jesuitas en el Nuevo Mundo. Pero Era el plan B. El productor de cinta no confiaba en Morricone para orquestar la película. La opción preferente era Leonard Bernstein. Menos mal que el creador italiano se enteró a posteriori. Y se enfadó. Entre otras cosas, porque dar un paso al frente para aceptar el encargo también le costó lo suyo. Cuando le pusieron delante la película, se lo pensó dos veces y recomendó a los responsables que la dejaran tal cual, que cualquier acorde ensuciaría la trama y los diálogos. Le insistieron. Y se dejó hacer.
Morricone sumaba 91 años creando y recreando desde que debutara en el cine poniendo música a ‘El federal’, de Luciano Salce. Le seguirían títulos tan dispares en género y pentagrama como ‘El Bueno, el feo y el malo’ y ‘Cinema Paradiso’. Suma y sigue acumular cuatrocientos filmes. Y, entre todos ellos, ‘La Misión’. El Óscar de aquel año no le llegó, pero sí se ha perpetuado con ‘El Oboe de Gabriel’. Un tarareo que sí le reconciliaría con la estatuilla honorífica en 2006 y que acabaría con una pedrea de la Academia de Hollywood hace cuatro años por ‘The Hateful Eight’, de Tarantino, diez años después de recibir el Óscar honorífico.
Vaivenes de reconocimiento públicos para un ego que tenía domado a golpe de fe. Cada mañana se ponía ante el Cristo que tiene en su salón. Y rezaba. “Una hora al día, incluso más. Es lo primero que hago”, admitía el compositor, que encuentra en las bodas de Caná uno de sus pasajes del Evangelio más interpeladores. Pero no el que más: “¡Por supuesto, la Pasión! Es un momento importantísimo para la vida de Cristo y de todos nosotros”. Con la melodía del Evangelio runruneando en su interior no es de extrañar que para el maestro de la batuta “la música ciertamente esté cerca de Dios”.
Su conciencia social le llevó a crear ‘La voz de los sumergidos’, una canción en el que se alternan gritos y llantos como denuncia de la desesperación de los migrantes en el Mediterráneo, una obra que brotó de su corazón cuando el papa Francisco denunció ante el mundo el drama de Lampedusa.
Su prudencia, en cambio, le llevó a resistirse a la hora de lanzarse con obras netamente confesionales. Su esposa siempre le había insistido en que compusiera una misa. Pero no se atrevía, no se veía preparado. Hasta que el jesuita rector de la iglesia del Gesù de Roma y vecino del matrimonio, le hizo una propuesta en firme en 2012 . Morricone se lo volvió a pensar, pero fue la elección de Francisco como papa en 2013 lo que le llevó a dar el paso. Así nació ‘Missa Papae Francisci’. De nuevo, su creatividad daba rienda suelta de la mano de los jesuitas para conmemorar, esta vez, el 200 aniversario de la restauración de la Compañía de Jesús.
Y aunque tiene la espinita clavada porque el Papa no pudo asistir al estreno en junio de 2015, porque tuvo una audiencia con el presidente ruso Vladimir Putin, sí les recibió a él y a su mujer días antes de la puesta de largo: “Rompimos a llorar. Él nos miraba en silencio. Solo después de unos minutos logré hablar”. Misión cumplida.