El hospital pediátrico del Vaticano en Roma, el Bambino Gesù, ha logrado separar con éxito a dos hermanas siamesas centroafricanas de 2 años, que nacieron unidas por el cráneo. Si bien la complicada operación –que duró 18 horas y precisó de un equipo de 30 médicos y sanitarios– tuvo lugar el pasado 5 de junio, el hospital ha dado los detalles de la misma hoy, 8 de julio, en una rueda de prensa.
El caso de Ervina y Prefina, como se llaman las siamesas, es el primer caso en Italia (y probablemente único en el mundo) de una intervención similar que haya resultado exitosa. Y es que las niñas, unidas por la zona de la nuca, compartían el cráneo y la la mayor parte del sistema venoso cerebral. Un mes después, las pequeñas se encuentran bien, aun hospitalizadas en el departamento de Neurocirugía del Hospital de la Santa Sede en dos camas cercanas, una al lado de la otra, junto con su madre.
Mariella Enoc, presidenta del hospital, estaba en misión en Bel hospital pediátrico construido por el papa Francisco en Bangui, capital de República Centroafricana. Allí conoció a las siamesas y a su madre, y decidió llevarlas a Roma. “Cuando conoces vidas que se pueden salvar, hay que hacerlo. No podemos ni debemos mirar hacia otro lado”, ha dicho Enoc durante la rueda de prensa para presentar la intervención.
Las niñas llegaron a Italia con su madre en septiembre de 2018 como parte de las Actividades Humanitarias Internacionales del Hospital Pediátrico de la Santa Sede. Después de pasar unos meses en el Bambino Gesù de Palidoro, donde comienzan el camino de la neurorehabilitación, los niños son transferidos al departamento de neurocirugía de Gianicolo para estudios sobre la viabilidad de los procedimientos de separación. Y, a pesar de que se trata de un caso extremadamente raro de gemelos craneópagos “totales”, unidos, es decir, tanto a nivel craneal como cerebral, tenían posibilidades de poder ser separadas.
Ervina y Prefina, como han explicado hoy en la rueda de prensa, tienen “muchas cosas en común, pero no la personalidad: Prefina es juguetona y vivaz, mientras Ervina más seria y observadora”. Por fin, hace un mes pudieron mirarse cara a cara, ya que antes solo podían hacerlo por medio de espejos.
Después de meses de preparaciones y estudio del caso, las siamesas entraron a quirófano en mayo de 2019 para su primera intervención, en la que debían separar el sistema venoso cerebral. La primera de tres etapas que han concluido con éxito. En junio tuvo lugar la segunda, en la que se separaron los senos sagitales superiores (la mitad posterior de los canales venosos que corren entre los dos hemisferios cerebrales) y el torofular de Erofilo, o el punto de unión de los senos venosos del cerebro donde se encuentran todos sangre que va al corazón. El 5 de junio de 2020, con las gemelas ya más crecidas y las estructuras venosas asentadas, se procedió a la separación total.
“Fue un momento emocionante, una experiencia fantástica e irrepetible”, subraya Carlo Marras, jefe de Neurocirugía del Niño Jesús y del equipo que siguió a las siamesas. “Era un objetivo muy ambicioso e hicimos todo lo posible para lograrlo, con pasión, optimismo y alegría al compartir cada paso, estudiar cada detalle juntos”, ha señalado.
Las heridas de Ervina y Prefina tardarán un tiempo en sanar, y el riesgo de infección todavía está presente. Actualmente están en un programa de neurorrehabilitación y, durante unos meses, deberán usar un casco protector. Pero, afortunadamente, los controles postoperatorios indican que el cerebro está intacto. El sistema recreado funciona y el flujo sanguíneo se ha adaptado a la nueva ruta. “Están en una condición”, explican los médicos del Departamento de Neurociencia, “que les dará la oportunidad de crecer regularmente tanto desde el punto de vista motor como cognitivo, y llevar una vida normal, como todas las niñas de su edad”.
Conmovida, durante la conferencia de prensa, la madre de las pequeñas agradeció al hospital su labor, así como a todas las personas que han cuidado de sus hijas: “Ervina y Prefina nacieron dos veces. Si nos hubiéramos quedado en África, no sé qué destino habrían tenido. Ahora que están separadas y bien, me gustaría que fueran bautizadas por el papa Francisco, que siempre ha cuidado a los niños de Bangui. Mis pequeñas ahora pueden crecer, estudiar y convertirse en médicos para salvar a otros niños”.