“Una mujer que quiere servir al Señor y a los hermanos. Esclava del Sagrado Corazón de Jesús, con todo lo que eso conlleva de carisma reparador, de llevar la misericordia y la ternura de Dios a todos los hombres según su corazón… Me gusta pedir al Señor que me dé un corazón como el suyo, para poderlo repartir”. Presentada. Su nombre es María José Tuñón, ACI, y es la elegida por la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española para dirigir la Comisión para la Vida Consagrada, que desde el pasado marzo preside el obispo de Mondoñedo-Ferrol, Luis Ángel de las Heras.
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El claretiano ha “fichado” a una religiosa con experiencia en la CONFER, conferencia que el propio prelado dirigió antes de que el papa Francisco le enviará a Galicia. Por tanto, un nuevo puente entre la sede de los religiosos españoles y Añastro para hacer cada vez más patentes las mutuas (y buenas) relaciones entre el Episcopado y la Vida Religiosa española.
Tuñón acoge el reto con ilusión, “sabiendo que el Señor me lleva”. “Gracias a Dios, tengo a muchos hermanos y hermanas que me van a apoyar y con la confianza en el Señor y en ellos me pongo en marcha como nos pide hoy tanto el Papa”, añade la sustituta de la misionera idente Lourdes Grosso, que llevaba 16 años coordinando la Comisión. La esclava del sagrado corazón se muestra preparada para la nueva misión encomendada: “Se trata de en servicio a toda la Vida Consagrada, eso es lo que me motiva”. Y añade con humor: “Aunque también asusta un poco”.
Con buena salud
La religiosa considera que la Vida Religiosa en España goza de buena salud. “Somos pecadores, pero sanos, porque deseamos y, cuando uno desea, está vivo. Preguntémonos, ¿queremos la vida? Trabajemos por la vida… en mayúsculas”, grita desde su comunidad de hermanas mayores, donde hay 36 religiosas y la mitad con graves problemas de salud. Con esas ganas, advierte que la falta de vocaciones “no nos debe conducir al lamento. La disminución de los últimos años nos está llevando a ser una Vida Consagrada más humilde”. Y agrega, antes de pedir, casi a modo papal, que recen por ella: “Hay una fecundidad escondida que es invisible a los ojos y eso hace que el mundo crezca”.