Francisco ha mostrado hoy, 12 de julio, Día Internacional del mar, su dolor por la situación de Santa Sofía de Estambul. “El mar me lleva un poco lejos, el pensamiento a Estambul: pienso en Santa Sofía y estoy muy apenado”, ha dicho el Papa haciendo referencia a la noticia de que el principal tribunal administrativo de Turquía anulase esta semana el decreto de 1934 secularizase el que es uno de los principales emblemas del país. Con esta decisión se abre la puerta a su reconversión en una mezquita.
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Asimismo, ha querido saludar “a todos los que trabajan en el mar, especialmente a los que están lejos de sus seres queridos y de su país”. Además, ha mencionado a las familias del Movimiento de los Focolares que se encontraban en la plaza, así como “a los representantes de la Pastoral de la Salud de la Diócesis de Roma, pensando en los numerosos sacerdotes, religiosos y religiosas que han estado junto a los enfermos durante este período de pandemia”.
La parábola del sembrador
El Papa ha reflexionado acerca del evangelio de este domingo, en el que Jesús cuenta la parábola del sembrador que arroja la semilla en cuatro tipos diferentes de suelo. “La Palabra de Dios, simbolizada por las semillas, no es una Palabra abstracta, sino que es Cristo mismo, la Palabra del Padre que se encarnó en el vientre de María. Por lo tanto, acoger la Palabra de Dios significa acoger a la persona de Cristo”, ha dicho Francisco.
Así, se puede “dar la bienvenida” a la Palabra de Dios “como un camino, donde los pájaros se comen las semillas”. “Atormentado por tanta charla, por tantas ideologías, por las continuas posibilidades de distraerse dentro y fuera del hogar, puede perder el sabor del silencio, el recuerdo, el diálogo con el Señor, tanto que corre el riesgo de perder su fe”, ha subrayado el Papa.
“O podemos acoger la Palabra de Dios como un terreno pedregoso, con poca tierra”, donde, aunque la semilla brota temprano, “no puede enraizar profundamente”. Esto representa “el entusiasmo momentáneo que, sin embargo, permanece superficial, no asimila la Palabra de Dios. Y así, ante la primera dificultad, sufrimiento, alteración de la vida, esa fe todavía débil se disuelve, a medida que la semilla se seca”. O también como “un terreno donde crecen los espinos, que son “el engaño de la riqueza, el éxito, las preocupaciones mundanas… Allí la Palabra permanece sofocada y no da fruto”.
“El fruto depende de nosotros”
“Finalmente, podemos darle la bienvenida como buena tierra. Aquí, y solo aquí, la semilla echa raíces y da fruto. La semilla caída en este terreno fértil representa a aquellos que escuchan la Palabra, la acogen, la guardan en sus corazones y la ponen en práctica en la vida cotidiana”, ha explicado Francisco.
Por todo ello, la del sembrador “es de alguna manera la ‘madre’ de todas las parábolas, porque ella habla de escuchar la Palabra”. “Nos recuerda”, ha continuado el Papa, “que es una semilla fructífera y efectiva; y Dios lo extiende por todas partes con generosidad, sin importar el desperdicio”. De esta manera, “cada uno de nosotros es un terreno sobre el cual cae la semilla de la Palabra, nadie está excluido”, y por eso “debemos preguntarnos qué tipo de terreno somos”.
“Si queremos, con la gracia de Dios, podemos convertirnos en buena tierra, labrada y cultivada con cuidado, para madurar la semilla de la Palabra”, ha señalado. Y es que, si bien la semilla “ya está presente en nuestro corazón, hacer que dé fruto depende de nosotros, depende de la bienvenida que reservamos para esta semilla”. “A menudo nos distraen demasiados intereses, demasiadas llamadas, y es difícil distinguir, entre tantas voces y tantas palabras, la del Señor, el único que nos libera”, ha apostillado el Papa.