Koldo Chamorro (Vitoria, 1949-Pamplona, 2009) fue uno de los fotógrafos “más importantes de la segunda mitad del siglo XX y, en mi opinión, el más atractivo de su generación en España”, afirma el documentalista Clemente Bernad. “Fundamentalmente porque siempre supo asumir riesgos sin pensar cuánto podía perder en el empeño –prosigue– y porque construyó una obra personal inconfundible, a través de una mirada contundente y rotunda, pero al mismo tiempo compleja, ambigua y misteriosa, llena de sombras. Una mirada que nos desestabiliza y nos inquieta, llena de preguntas sin respuesta”.
El Santo Christo Ibérico es quizás, entre todas sus obras, la que mejor le reivindica: “Supone un arriesgado ejercicio de introspección y un enfrentamiento a pecho descubierto del propio Koldo Chamorro con sus fantasmas personales. Seguramente, es el proyecto personal de Koldo en el que más arriesga, en el que más se involucra y en el que más tenía que perder”, continúa Bernad.
El Santo Christo Ibérico se expone por fin en Madrid, casi medio siglo después de sus primeras fotografías: “Comenzó este reportaje monográfico en 1974 y lo dio por finalizado con el Gran Jubileo del año 2000. Exponerlo, primero en el Museo de Navarra y ahora en el Museo Lázaro Galdiano –manifiesta Clemente Bernad, su comisario– supone sacar a la luz este enorme trabajo que había permanecido incomprensiblemente oculto, habiendo transcurrido incluso ya más de diez años desde la muerte del fotógrafo”.
El Santo Christo Ibérico fue –es todavía– un testimonio único. “La mirada de Koldo era también desabrida e incómoda, su registro visual no se acomodó a las tendencias en boga y, por ello, sufrió esa injusta marginación. Tengo la esperanza de que ahora, ya con la distancia suficiente, esta muestra sirva para despejar esos prejuicios y contemplar la obra de Koldo como lo que es: un valioso testimonio personal sobre la sociedad de su época y una carga de profundidad contra muchos de los valores establecidos y contra el discurso dominante del momento en que se hizo”, dice Bernad.
“La liturgia y las manifestaciones cristianas juegan un papel decisivo en la primera parte del trabajo de Chamorro –sigue explicando el comisario–. Él consideró en ese momento que la mayoría de manifestaciones religiosas de la España rural estaban destinadas a desparecer, y por eso se embarcó en este trabajo, pero no únicamente con un afán de conservación o de catalogación de rituales, fiestas o procesiones, sino justamente para mostrar las claves y las contradicciones de un país aún sumido en una dictadura que venía de 1939 ante la fuerza arrolladora de la modernidad”.
Ese ver y dejar huella se transformó también en una mirada interior: “Y desde luego supuso volver la mirada hacia sí mismo, puesto que él no podía de ninguna manera comportarse como un testigo ajeno y frío, ya que estaba hablando de su propio país y, sobre todo, de su propia identidad familiar y personal. El Santo Christo Ibérico reúne muchas de las cosas que cualquier autor desea que tenga su obra: una mirada libre sobre la sociedad en la que vive y una reflexión sin paños calientes sobre su identidad personal. Aunar ambas cosas es algo que sucede solo en los grandes maestros”, proclama Bernad, autor también de un excepcional catálogo editado por La Fábrica.
“El trabajo de Koldo en El Santo Christo Ibérico se podría dividir en tres tramos. En el primero, está su interés por fotografiar las diversas liturgias y rituales cristianos justamente en el epicentro de la celebración –prosigue–. Después, en un segundo tramo, los lugares donde se producen estas manifestaciones religiosas, pero en los que se aleja de ese centro de atención para fotografiar en las periferias del mismo. Ya no le interesa tanto el núcleo del rito o de la procesión, sino que merodea por sus alrededores, buscando pistas menos evidentes. Y un tercer tramo, el que marca la diferencia con otros autores de su generación, rastrea la presencia de la cruz cristiana o del mismo Cristo en escenas cotidianas y supuestamente alejadas de la ortodoxia, formando parte de nuestro paisaje social”.