Vuelta atrás. La multiplicación de los repuntes de contagios por coronavirus ha hecho que algunas regiones de España frenen la ‘nueva normalidad’, con Lleida en el epicentro. Un foco suma ya más de 5.000 contagiados en la provincia y nuevos vaivenes políticos. Por un lado, con la Generalitat decretando un confinamiento total en la zona, una jueza denegando la medida y el Gobierno sin pronunciarse con claridad.
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“Lo estamos viviendo con mucha preocupación”, expresa el obispo de Lleida, Salvador Giménez, tanto por la emergencia sanitaria como la gestión de las autoridades. “Que se olviden todos de sus siglas y sirvan al pueblo, no me gusta que el insulto sea la norma de vida de quienes nos representan”, apunta el pastor que insiste en que unos y otros dejen a un lado “sus estrategias electorales”. “Necesitamos la verdad, que nos traten como a gente adulta”, apunta, haciéndose eco del desconcierto de sus vecinos y del temor a que “nos convirtamos en la noticia de apertura de los telediarios y se nos rechace por ello”.
“No podemos generalizar”
Giménez dice estar especialmente preocupado por el temor a que “se estigmatice” al colectivo migrante, a esos temporeros que duermen a la intemperie o en granjas deshabitadas en condiciones insalubres y, de alguna manera, han podido convertirse en transmisores del virus. “No ha sido el único foco, pero puede que algunos busquen hacerlos culpables antes o después cuando lo único que hacen es trabajar mientras viven en condiciones no demasiado humanas. También se pone la mirada en los agricultores, como si todos les trataran como esclavos. No podemos generalizar ni cosificar ni a unos ni a otros”, alerta el pastor, que pone en valor cómo la Iglesia ha sido acicate ante esta emergencia.
Hace un mes la ONG jesuita Arrels Sant Ignasi abrió las puertas de su parroquia para acoger con dignidad a doce personas. “Junto con Cáritas, también se responsabilizan del reparto de alimentos en el pabellón que el Ayuntamiento ha acondicionado para dar alojamiento a los temporeros”.