“No hay fuente de violencia más grande que el hambre, la desesperación y la sensación de sentirse debajo de la mesa”, afirma el arzobispo de Concepción, en Chile, Fernando Chomalí, en su editorial de hoy domingo en el periódico de esa arquidiócesis.
En su reflexión indica que la crisis sanitaria “está dejando miles de personas fallecidas, miles de personas enfermas, y miles de familias de duelo, y mucha tristeza y desesperanza”, y que a ella se sumó la crisis socioeconómica “con miles de despidos, miles de personas y familias sin futuro alguno -al menos en el corto plazo- y con las mesas de sus casas escuálidas”.
Frente a ellas, el arzobispo apunta su temor: “aunque la respuesta de la sociedad civil organizada de múltiples formas les ha dado a algunas un cierto respiro, las consecuencias se verán en un tiempo más. No hay fuente de violencia más grande que el hambre, la desesperación y la sensación de sentirse debajo de la mesa. Es por ello que todo lo que realice el Estado, el mundo empresarial y la sociedad civil organizada es hoy una urgencia primaria. La Iglesia ha hecho su parte como un deber de justicia”.
Esta afirmación del arzobispo Chomalí se respalda en las variadas acciones que ha impulsado en diversas parroquias apoyando generación de empleo, ollas comunes y otras expresiones solidarias de las mismas comunidades. Actividades que también se realizan en las otras diócesis, impulsadas por Cáritas-Chile y la pastoral social.
Sin embargo, el arzobispo señala aún una tercera crisis “cuyas consecuencias son impredecibles, pero la experiencia nos dice que siempre terminan muy mal. Se trata de la crisis política por la que atravesamos. Ello debiese alertar a todos los actores sociales”.
Con ello se refiere a las frecuentes descalificaciones “sin mayor fundamento que la sensación del momento”, entre antagonistas en el ámbito político público, y las diferencias, rupturas y acusaciones al interior de las mismas coaliciones políticas.
“Eso es grave, afirma Chomalí, porque genera una profunda inestabilidad política que se va a traducir en una profunda ingobernabilidad. La desafección a los partidos políticos que tienen por misión velar por el desarrollo del arte mayor, la política y la búsqueda del bien común, ha alcanzado niveles tales que se hace muy difícil aunar a la sociedad en un proyecto común que hoy es más evidente que nunca: generar políticas públicas a corto, mediano y largo plazo que hagan viable un desarrollo que dé prosperidad al conjunto social y dé estabilidad económica a los más desfavorecidos por la pandemia. Y, claro está, junto a ello, aplacar el virus”.
Frente a este clima, el arzobispo de Concepción afirma que “es la unidad la que nos sacará de esta situación que hiere la vida de los chilenos; es el reconocimiento de que la verdad es sinfónica y por tanto todos tienen algo que decir para sumar para alcanzar la causa última, la más verdadera, la mejor: el bien común. Creo que las tres crisis que estamos viviendo, sanitaria, socioeconómica y política no permiten ver horizonte claro de futuro para Chile. Ello sólo traerá más desafección respecto de los dirigentes y autoridades, y menos paz”.
Finalmente, concluye la editorial del periódico, con un llamado del arzobispo: “Creo que llegó la hora de más asertividad, simpatía mutua y sobre todo solidaridad. Les pido que lo hagan mirando a aquellos que su futuro en gran medida depende de las políticas públicas que surjan de quienes tienen el solemne mandato para sacarlas adelante”, concluye.