El Vaticano pide una renovación de las parroquias para que sean “el centro propulsor de la evangelización”. Así se recoge en la nueva Instrucción ‘La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia’, elaborada por la Congregación para el Clero y presentada ayer, en la que, entre otras medidas, se invita a los obispos a que mantengan al menos durante cinco años a los párrocos en un destino para que establezcan un “vínculo eficaz”. El cardenal prefecto de este dicasterio, Beniamino Stella, analiza los detalles del documento en entrevista a Fabio Colagrande en Vatican News.
PREGUNTA.- ¿Por qué la Iglesia siente esta necesidad de renovar las estructuras parroquiales en clave misionera?
RESPUESTA.- No estamos contratados por una empresa, sino que pertenecemos a una comunidad, a una familia. Esta fe nuestra, que significa adhesión, que significa encuentro, que significa adoración del rostro de Dios, debe llevarnos necesariamente a mirar más allá de nuestras necesidades personales y familiares, a sentir que nuestro campo de acción es la humanidad, pero una humanidad más amplia que nuestro el jardín de casa, que nuestras fronteras. Ser misioneros significa olvidar el pueblo, olvidar la familia, olvidar sobre todo las propias comodidades y, partiendo de la belleza de la fe y la alegría del Evangelio, sentir que pertenecemos al Señor y, por tanto, compartir nuestro tesoro con los que no lo tienen, con los que han perdido el sentido de su valor, con los que necesitan volver al encuentro del Señor, sentir su presencia en sus vidas.
P.- La Instrucción también pide que se supere la idea de una pastoral parroquial limitada, en el interior de su territorio, y espera una “pastoral de conjunto”, caracterizada por un “dinamismo en salida”. ¿Qué significa esto, en términos concretos?
R.- Significa que, si sentimos que nuestra fe es una fe a ser anunciada, a ser propuesta, no solo están las sacristías, los muros de las iglesias, sino que están las personas que necesitan esta fe. La parroquia se ha sentido hasta ahora casi como un palacio, un castillo que se debe custodiar, proteger… Me parece que hay que quitar las llaves, abrir las puertas, ventilar y salir: he aquí que este dinamismo en salida del que tantas veces habla el Papa significa mirar a lo lejos, ver quién necesita la fe: todo el mundo juvenil, todo el mundo de los que necesitan a Dios, pero no saben qué camino tomar. La parroquia debería ser una estructura en búsqueda. Sacerdotes, diáconos, consagrados, deben saber salir, estar fuera.
El Papa habla a menudo de “estar con”: esto significa saber dedicar tiempo, descubrir las riquezas, a veces, de las personas, de las familias, simplemente viviendo juntos. Es un gran sacrificio, porque todos amamos las costumbres, nuestro hábitat que nos mantiene cómodos. Pero esta no es la dinámica de la fe. También es necesaria la cooperación entre las parroquias. Todo esto nos lleva a sentir la parroquia como una comunidad, una familia. Por eso, el sacerdote debe ser el guía de esta procesión en salida: debe ayudar a sus colaboradores, ayudar a las familias a “estar afuera”, a buscar a los que están lejos y esperar solo un asentimiento, una palabra, una invitación a implicarse en este camino de fe que da también alegría, serenidad y, a su vez, proyección misionera.