El texto de la nueva ley de bioética de Francia llegará a la Asamblea Nacional para su segunda lectura el próximo 27 de julio. Una normativa que vio la luz a finales de 2019 y que aborda temas como la reproducción asistida en parejas homosexuales, la destrucción de gametos o la práctica del ‘hermano salvador’ –un bebé concebido para tratar a su hermano con sangre del cordón umbilical–, y ante la cual la Conferencia Episcopal francesa alerta por considerarla “injusta y desigual”.
La nueva ley, que ya ha pasado por el Senado y ha tenido más de 200 enmiendas, presenta, para los obispos, una serie de riesgos que han sido explicados por Pierre d’Ornellas, arzobispo de Rennes y presidente del Grupo de Bioética de la Conferencia Episcopal.
“Estamos cambiando los tiempos y tenemos que pensar en nuevos avances”, dice, pero no se puede concebir “sin una visión común de nuestra humanidad y de su indispensable fraternidad”. “Esto requiere cuestionamientos que nos preservan de la omnipotencia de nuestros deseos y que reajustan nuestros derechos y nuestras obligaciones mutuas”, subraya.
“Si nuestras preocupaciones por el mañana se cristalizan en la crisis ecológica, afortunadamente estamos presenciando una conciencia saludable en vista de la preservación del planeta, nuestro hogar común”, afirma, subrayando que, ahora mismo, “es imposible permanecer en el viejo mundo considerando solo soluciones técnicas, que tendrían un efecto devastador”.
“La bioética no puede seguir siendo ajena a esta transición”, continúa. “Hoy, está tentada a validar los éxitos tecnológicos y las ganancias a corto plazo del mercado. El proyecto de ley, en su forma actual, parece estar bloqueado sin darse cuenta de que los seres humanos están heridos por él”.
Para el prelado, algunos de los que defienden esta ley “afirman que son progresistas, pero tienen una visión estrecha del progreso, que realmente no considera la salud pública como un bien común y que excluye el respeto debido al ser humano más frágil”. Por eso, “La bioética también necesita una conciencia saludable”, y debe “escuchar estas alertas, algunas de las cuales se han agudizado debido a la pandemia”.
“Frente a los desafíos relacionados con el envejecimiento de más y más ciudadanos, ¿qué nueva y justa solidaridad vamos a construir a favor de nuestros mayores?”, dice. “Frente a una concepción de gestión de la atención según la cual un “paciente” a veces se convierte en un “cliente”, ¿cómo podemos promover una medicina más humana para todos, respaldada por una política de salud que esté más agradecida con los cuidadores?”.
Asimismo, d’Ornellas subraya su preocupación frente a las “amenazas reales” del “mercado de pruebas genéticas, la robotización e inteligencia artificial sin suficiente control, la experimentación con embriones, la mayor selección de niños no nacidos, la paternidad sin paternidad, la maternidad sin gestación y la mercantilización de la procreación”.
“Más que nunca”, añade, “se necesita una visión audaz a través del diálogo, que es más que un simple debate” y que permite que “desarrollemos una comprensión unificada de la persona humana en sus dimensiones corporal, psíquica, social y espiritual”. “El cuerpo no es un material que pueda ser manipulado de acuerdo con cualquier deseo. Los lazos humanos fundamentales no pueden configurarse a voluntad, ni siquiera el de una mayoría parlamentaria”, asevera.