La Pontificia Academia para la Vida ha publicado hoy, 22 de julio, su segunda reflexión –la primera fue publicada el pasado 30 de marzo– acerca de la pandemia del Covid-19 y la situación en la que ha dejado a la humanidad. Así, en el texto ‘Humana communitas en la era de la pandemia‘, el Vaticano reflexion sobre las diferentes facetas y manifestaciones del coronavirus pero que, sin embargo, deja una “realidad común”.
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“Nos hemos dado cuenta, como nunca antes, de que esta extraña situación, pronosticada desde hace tiempo, pero nunca abordada en serio, nos ha unido a todos”, se lee en el documento, en el que se destaca que el Covid-19 “es la manifestación más reciente de la globalización”. Si bien se reconoce que, “desde una perspectiva puramente empírica, la globalización ha aportado muchos beneficios a la humanidad: ha difundido los conocimientos científicos, las tecnologías médicas y las prácticas sanitarias, todos ellos potencialmente disponibles en beneficio de todos”, al mismo tiempo, con el coronavirus, “nos hemos encontrado vinculados de manera diferente, compartiendo una experiencia común de contingencia (cumtangere): como nadie se ha podido librar de ella, la pandemia nos ha hecho a todos igualmente vulnerables, todos igualmente expuestos”.
Asimismo, la Pontificia Academia para la Vida asevera que “en el sufrimiento y la muerte de tantos, hemos aprendido la lección de la fragilidad”, y recuerda que la situación no ha terminado, ya que “en muchos países, los hospitales siguen luchando, recibiendo demandas abrumadoras, enfrentando la agonía del racionamiento de recursos y el agotamiento del personal sanitario”.
Finitud de la propia existencia
“Hemos sido testigos del rostro más trágico de la muerte”, apunta la Academia. “Algunos experimentan la soledad de la separación tanto física como espiritual de todo el mundo, dejando a sus familias impotentes, incapaces de decirles adiós, sin ni siquiera poder proporcionar los actos de piedad básica como por ejemplo un entierro adecuado”.
Por otra parte, en el texto se matiza que en esta pandemia “todos somos frágiles” y “estamos radicalmente marcados por la experiencia de la finitud en la esencia de nuestra existencia, no sólo de manera ocasional”. Además, en este periodo “nuestros reclamos de autodeterminación autónoma y control han llegado a un punto muerto, un momento de crisis que provoca un discernimiento más profundo”.
En medio de esta reflexión, la Pontificia Academia para la Vida ha querido llamar la atención también sobre la relación del ser humano con el medio ambiente, ya que considera que “la epidemia del Covid-19 tiene mucho que ver con nuestra depredación de la tierra y el despojo de su valor intrínseco”.
Compromiso con todas las personas
“El fenómeno del Covid-19 no es sólo el resultado de acontecimientos naturales”, sino que “lo que ocurre en la naturaleza es ya el resultado de una compleja intermediación con el mundo humano de las opciones económicas y los modelos de desarrollo, a su vez ‘infectados’ con un ‘virus’ diferente de nuestra propia creación: es el resultado, más que la causa, de la avaricia financiera, la autocomplacencia de los estilos de vida definidos por la indulgencia del consumo y el exceso”.
Por todo ello, aprender la finitud y aceptar los límites de la propia libertad “es más que un ejercicio sobrio de realismo filosófico”, ya que “implica abrir nuestros ojos a la realidad de los seres humanos que experimentan tales límites en su propia carne, por así decirlo: en el desafío diario de sobrevivir, para asegurarse las condiciones mínimas a la subsistencia, alimentar a los niños y miembros de la familia, superar la amenaza de enfermedades a pesar de no tener acceso a los tratamientos por ser demasiado caros”.
Del mismo modo, la Academia subraya “la inmensa pérdida de vidas en el Sur Global: la malaria, la tuberculosis, la falta de agua potable y de recursos básicos siguen sembrando la destrucción de millones de vidas por año, una situación que se conoce desde hace décadas”. “Todas estas dificultades”, continúa, “podrían superarse mediante esfuerzos y políticas internacionales comprometidas. ¡Cuántas vidas podrían salvarse, cuántas enfermedades podrían ser erradicadas, cuánto sufrimiento se evitaría!”.
La realidad de la interconexión global
Asimismo, la Academia ha querido subrayar la “interconexión” entre los seres humanos, capaz de “hacernos a todos fuertes o, por el contrario, vulnerables, dependiendo de nuestra propia actitud hacia ella”. Por ello, esta “vulnerabilidad común” exige, para el Vaticano, “la cooperación internacional, así como entender que no se puede resistir una pandemia sin una infraestructura médica adecuada, accesible a todos a nivel mundial”.
“No hemos prestado suficiente atención, especialmente a nivel mundial, a la interdependencia humana y a la vulnerabilidad común”, asevera, matizando que la misma falta de interconexión puede observarse en los esfuerzos por desarrollar remedios y vacunas. “La falta de coordinación y cooperación se reconoce cada vez más como un obstáculo para abordar el Covid-19. La conciencia de que estamos juntos en este desastre, y de que sólo podemos superarlo mediante los esfuerzos cooperativos de la comunidad humana en su conjunto, está estimulando los esfuerzos compartidos”.
Por último, la Academia subraya que “la estrechez de miras de los intereses nacionales ha llevado a muchos países a reivindicar para sí mismos una política de independencia y aislamiento del resto del mundo, como si se pudiera hacer frente a una pandemia sin una estrategia mundial coordinada”. “Todos estamos llamados a hacer nuestra parte”, apunta. “Mitigar las consecuencias de la crisis implica renunciar a la noción de que “la ayuda vendrá del gobierno”, como si fuera un deus ex machina que deja a todos los ciudadanos responsables fuera de la ecuación, intocables en su búsqueda de intereses personales”.