“¿Por qué para honrar a las víctimas del Covid-19 tenemos que silenciar a Dios?”. Es la pregunta que el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, lanza en su carta semanal como respuesta al homenaje civil promovido por el Gobierno y que se celebró en Madrid el pasado 16 de julio. El pastor plantea que en el caso de los fallecidos en la pandemia “la casi totalidad de los muertos son creyentes, y la inmensa mayoría de los asistentes también lo son”.
El prelado recuerda que “en un Estado aconfesional, que muchos confunden con un estado laico, e incluso laicista, la confesión de la fe está protegida y promovida, según el libre ejercicio de los ciudadanos”.
En este contexto, lanza al aire algunas cuestiones vinculadas precisamente a la libertad de culto: “¿Es zona neutral la asepsia de todo sentimiento religioso para vivir la convivencia de todos los ciudadanos, creyentes y no creyentes? ¿Por qué el respeto a los demás no creyentes debe expresarse en actitudes no confesionales, mientras que actitudes contrarias a la religión y ofensivas a los sentimientos religiosos deben ser aceptadas en la convivencia como expresión de libertad de expresión?”.
Con la fiesta del patrón de España, que se celebra el próximo 25 de julio, de fondo, Fernández detalla que el contexto actual “no nos incita hoy a una lucha sin cuartel entre moros y cristianos, pero nos recuerda las palabras de Jesús: ‘El que se avergüence ante los hombres de mí, también yo me avergonzaré de él ante mi Padre’”.
“Que el apóstol Santiago nos dé lucidez para saber estar como creyentes en una sociedad que prescinde de Dios y que impone su ley de la ausencia de Dios como el mejor de los consensos”, alerta el pastor, que subraya que “España, Europa y todo el mundo occidental tienen profundas raíces cristianas y de tales raíces se han producido excelentes frutos en la historia” . “Olvidar o prescindir de lo que somos sería la peor de las represiones, la peor de las catástrofes”, sentencia al final de su carta semanal.