Las hermanas de Belén dejan el monasterio de Santa María Reina en Villanueva de Sigena. Después de 35 años de presencia en el cenobio monegrino, esta misma semana devolvían las llaves del recinto a las sanjuanistas, propietarias del histórico convento. Una salida significativa, en tanto que no está provocada por el envejecimiento de la comunidad o la falta de vocaciones, principal motivo del cierre de conventos en nuestro país, con una media de dos cierres al mes.
Aunque el conflicto judicial todavía abierto con Cataluña por los bienes artísticos no tiene una relación directa con la decisión, sí les ha empujado a dejarlo la constante actividad museística de un enclave referente del arte románico, que hace complicado conciliar con el silencio absoluto propio de esta familia carismática nacida en Francia a mediados de los años 50. Así lo ve el obispo de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez Pueyo, que se hace eco del sentir de la congregación que ve “incompatible su vocación a una vida escondida con las exigencias que requiere un bien de interés cultural: para ellas el monasterio es su hogar mientras que para otros es además un museo”.
Un ritmo que choca con la soledad que define el día a día de estas monjas que pasan unas 20 horas al día totalmente aisladas en su celda. Precisamente esa radicalidad les hizo saltar a la palestra mediática hace unos años puesto que tuvieron que instalar caravanas individuales de forma provisional en el jardín fruto de un ‘boom’ vocacional para garantizar esa autonomía personal ermitaña.
“Ya las estamos echando de menos y he peleado para que se quedaran. Son una pérdida enorme y así se lo he hecho saber en todos los encuentros que hemos mantenido. Ellas no se consideran apostólicas sino contemplativas, pero sin decir nada, solo creando una atmósfera en la que se respira a Dios, a los demás nos están apuntando a lo trascendente, a lo sublime, a lo esencial que ahora se ha revelado con tanta claridad durante la pandemia. Nos evangelizan”, explica Pérez Pueyo, que también valora la inversión hecha por las hermanitas de Belén en estas décadas, a quienes visitó por última vez por sorpresa en la fiesta de la Santísima Trinidad para rezar con ellas y por ellas como gesto de agradecimiento: “Llevé el báculo del beato Florentino Asensio, obispo mártir de esta diócesis”.