En la memoria de los santos Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús, que se celebra hoy, 26 de julio, el papa Francisco ha animado a los jóvenes a “tener un gesto de ternura con los ancianos y las ancianas, sobre todo aquellos que están en las residencias y que, desde hace tantos meses, no ven a sus seres queridos”.
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“Queridos jóvenes”, ha dicho el Papa, “cada uno de estos ancianos es vuestro abuelo, no los dejen solos, usen la fantasía del amor. No los dejen solos. Llámenlos, videollamadas, por teléfono… escúchenlos”. Asimismo, ha exhortado a, “allí donde sea posible, en el respeto de las normas de sanidad”, acudir a su encuentro. “Envíenles un abrazo, porque ellos son vuestras raíces. Un árbol sin raíces nunca crece, no da flores ni frutos”, ha subrayado Francisco, promoviendo acto seguido un sonoro aplauso por todos los abuelos del mundo desde la plaza de San Pedro.
Asimismo, el Papa ha mostrado su alegría por el alto al fuego de la región del Dombás (Ucrania), recientemente decidido en Minsk. “Mientras agradezco por este gesto de buena voluntad, vuelvo a reiterar la tan deseada paz en esta martirizada región. Y rezo por que todo lo acordado sea finalmente puesto en práctica, con un efectivo proceso de desarme y de retirada de las minas antipersona”, ha aseverado, ya que solo así “se podrá reconstruir la confianza para una reconciliación tan necesaria para la población”.
Buscar el Reino de los Cielos
Antes del rezo del ángelus, el papa Francisco ha reflexionado acerca del evangelio de este domingo. En él, Mateo dedica sus palabras a las parábolas sobre el Reino de los cielos: la del tesoro escondido en el campo, la de la preciosa perla y la de la red arrojada al mar.
“Me detengo en los dos primeros, en los que el Reino de los Cielos se asemeja a dos realidades ‘preciosas’ diferentes, a saber, el tesoro en el campo y la perla de gran valor”, ha dicho el Papa. “La reacción de quien encuentra la perla o el tesoro es prácticamente la misma: el hombre y el comerciante venden todo para comprar lo que más les importa”, ha añadido.
Con estas dos similitudes, “Jesús propone involucrarnos en la construcción del Reino de los Cielos, presentando una característica esencial: aquellos que están dispuestos a jugar todo se adhieren completamente al Reino”. “De hecho”, ha continuado Francisco, “tanto el hombre como el comerciante de las dos parábolas venden todo lo que tienen, abandonando así su seguridad material”, de lo cual “entendemos que la construcción del Reino requiere no solo la gracia de Dios, sino también la disponibilidad activa del hombre”.
“Decisivos y radicales”
Asimismo, el Papa ha señalado los “gestos decisivos y radicales” que hacen el hombre y el comerciante de la parábola, que salen en su búsqueda “privándose de sus bienes, para comprar realidades más preciosas”. Y, además, lo hacen “con alegría, porque ambos encuentran el tesoro”.
Por ello, Francisco ha subrayado que los cristianos “estamos llamados a asumir la actitud de estos dos personajes evangélicos, convirtiéndonos en buscadores inquietos del Reino de los Cielos”. Para ello, es preciso “abandonar la pesada carga de nuestros valores mundanos que nos impiden buscar y construir el Reino: el deseo de poseer, la sed de ganancia y poder, de pensar solo en nosotros mismos”.
“En nuestros días, la vida de algunos puede ser mediocre y aburrida porque probablemente no han ido en busca de un verdadero tesoro”, ha continuado Francisco, “han quedado satisfechos con cosas atractivas pero efímeras, con destellos brillantes pero ilusorios porque luego se van en la oscuridad”.
La aventura de la santidad
Sin embargo, el Reino de los Cielos “es lo opuesto a las cosas superfluas que ofrece el mundo, es lo opuesto a una vida banal: es un tesoro que renueva la vida todos los días y la expande a horizontes más amplios”. De hecho, “aquellos que han encontrado este tesoro tienen un corazón creativo y buscador, que no repite sino que inventa, rastrea y sigue nuevos caminos, que nos llevan a amar a Dios, a amar a los demás, a amarnos verdaderamente a nosotros mismos”.
Así, el Papa ha recordado que Jesús es ese tesoro escondido y la perla de gran valor. Por ello, “solo puede despertar alegría, toda la alegría del mundo: la alegría de descubrir un significado para la vida, la alegría de sentir que está comprometido con la aventura de la santidad”.