Tras muchos años de enfrentamiento entre las diócesis extremeñas y la de Toledo por la titularidad del Santuario de Guadalupe (que, pese a estar en territorio extremeño, pertenece a la jurisdicción eclesiástica toledana), el Año Jubilar Guadalupense parece haber unido a todas las comunidades eclesiales implicadas.
Firmada el pasado 16 de julio, este jueves 30 se ha dado a conocer una carta pastoral conjunta firmada por el arzobispo de Toledo, Francisco Cerro Chaves, y por los obispos de las diócesis extremeñas: Celso Morga, arzobispo de Mérida-Badajoz y José Luis Retana, obispo de Plasencia. En el caso de la tercera diócesis extremeña, la de Coria-Cáceres, la firma su administrador diocesano, Diego Zambrano. Situación que se da, precisamente, porque su anterior obispo, Cerro Chaves, es desde el pasado 29 de febrero, el titular de Toledo… Algo que ayuda a comprender bastante este gesto de comunión pastoral.
El Año Jubilar Guadalupense comenzará este próximo domingo 2 de agosto con la apertura de la Puerta Santa del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. La celebración, que comenzará a las 12 del mediodía, estará presidida por el arzobispo de Toledo, concelebrando con él los obispos de las diócesis extremeñas. Significativamente, el Año Santo Guadalupense, que se clausurará el 8 de septiembre de 2021, coincide con el 25º aniversario de la declaración del templo como Patrimonio de la Humanidad.
En cuanto a la carta pastoral, titulada ‘Guadalupe: hogar de María, casa de sanación’, en ella los pastores reivindican que el Jubileo es “un acontecimiento eclesial de primer orden del que queremos hacer partícipe a todo el Pueblo de Dios que peregrina en las diócesis extremeñas”.
La primera parte del documento realiza un recorrido histórico por este culto mariano, recalcando su vinculación con Extremadura (sobre la coronación pontificia de la imagen, que realizó el cardenal Segura el 12 de octubre de 1928, se dice que dio “cumplida satisfacción al clamor y entusiasta deseo de la Iglesia que peregrina en Extremadura”), así como con Toledo, haciendo hincapié en el compromiso de sus pastores, “especialmente los de la segunda mitad del siglo XX”, que “han estado cercanos a todas sus inquietudes y actividades”.
Yendo más allá de confrontaciones y polémicas, los obispos se centran en su impresionante fuerza espiritual: “Peregrinar a Guadalupe no solo debe cambiarnos el corazón, llevándonos a una conversión y sanación profunda, sino que nos animará a tener la mirada alta, la visión lejana, los sueños grandes y los corazones abiertos para una respuesta generosa cuya meta ni siquiera podemos imaginar”.
Siendo el santuario un “lugar de sanación y de encuentro con Jesús y María”, en clave de “liberación” íntima, los prelados creen que Guadalupe “debería convertirse en una nueva Betania, en un centro de espiritualidad, donde todos podamos acudir para descansar con el Señor y con la Santísima Virgen; donde pudiéramos escuchar, meditar y orar sosegadamente”.
Tampoco olvidan los pastores las circunstancias actuales, marcadas por la pandemia del coronavirus. De ahí que redoblen su llamada a la “sanación” espiritual y humana: “Muchos de los que peregrinaréis a este santuario mariano habéis tenido que despedir desde lejos a los seres queridos que este virus se nos ha llevado: amigos, padres y madres, y, sobre todo, vuestros mayores, abuelos y abuelas. Estamos seguros que muchos de ellos vinieron también a los pies de la Santísima Virgen para poner sus vidas y a todos vosotros, que habéis nacido en una familia cristiana, en sus maternales manos”.
“No olvidéis –concluyen–, cuando caminéis a Guadalupe, que todos ellos están presentes, están con nosotros animándonos y llamándonos a vivir este Año Jubilar, un año preñado de ternura y de misericordia, pudiendo cogerles de la mano desde la fe, la esperanza y el amor, en el umbral de la Puerta Santa del cielo que es cada altar y cada Eucaristía, y así abrazarles y decirles cuánto les queremos”.