También ha dicho adiós el sacerdote madrileño Ángel Frías Benito, consiliario de varios grupos de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y de la Acción Católica Obrera (ACO). Fallecido el 30 de marzo, su muerte impactó enormemente al grupo de jóvenes que en su día impulsó en la parroquia Virgen del Camino, en el madrileño barrio de Canillejas. Uno de esos jóvenes, Jesús M. Martínez, cuenta cómo, al enterarse de la noticia a través de su hermana, compartieron en el grupo de WhatsApp oraciones personalizadas e imágenes de velas encendidas con su imagen. “Todos coincidíamos –cuenta– en resaltar la suerte que habíamos tenido de conocerle y en dar gracias a Dios por ello”.
Para Martínez, “Ángel era mi cura. Fue el que me casó y me ha acompañado siempre; el que me ha ayudado a tomar mis decisiones más importantes; y, sobre todo, era un espejo a seguir, a nivel de fe y en lo personal. Con él pierdo a un amigo”.
Este joven madrileño destaca su perfil de pastor encarnado: “Fue un auténtico cura obrero, trabajó hasta el final. En los años 60 y 70, estuvo en Alemania con los inmigrantes españoles en Düsseldorf, siendo el consiliario de la JOC. De vuelta a España, trabajó en una escuela de adultos. Después, al jubilarse, estuvo unos años en El Salvador, acompañando a las comunidades de antiguos refugiados de la guerra, en un proyecto encabezado por otro gran sacerdote, Ángel Arnáiz”.
La última etapa de su vida “la ha pasado con su hermana en una residencia en Torremocha del Jarama, en la sierra de Madrid. Pero no era una residencia cualquiera… Era un centro social de convivencia, una cooperativa en la que hay mayores de todo tipo, creyentes y no creyentes. Allí, además, tampoco dejó de trabajar: su último proyecto era dar clases de español a un grupo de refugiados iraquíes”.