“No es éticamente aceptable causar la muerte de un enfermo, ni siquiera para evitarle el dolor y el sufrimiento, aunque él lo pida expresamente. Ni el paciente, ni el personal sanitario, ni los familiares tienen la facultad de decidir o provocar la muerte de una persona… esa acción constituye un género de homicidio llevado a cabo en contexto clínico”. De esta manera, se expresaban los obispos uruguayos, en un documento.
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El mes pasado, al presentar a los periodistas esta Declaración, hicieron pública su valoración sobre esta problemática tan relevante para contribuir al debate necesario y civilizado, ante el próximo tratamiento en el ámbito legislativo.
Los obispos, con esta declaración, destacaron: “Necesitamos un Uruguay que acoja, proteja, promueva y acompañe a cada persona en toda su existencia, incluida la etapa final de su vida terrena, a través de la fundamental ayuda de la familia, la medicina paliativa y la genuina experiencia religiosa”.
Los puntos importantes
A modo de resumen conclusivo y para ayudar a la comprensión del mensaje, los obispos presentaron los puntos destacados de la declaración:
- La dignidad de la persona se fundamenta en la pertenencia a la especie “humana”. La vida de cada persona es bella, única, irrepetible e insustituible. Además es limitada, la acompaña diversos sufrimientos y también la muerte.
- Valoran el accionar de la Medicina Paliativa, cuyo objetivo es cuidar, aliviar y consolar, humanizando el proceso de la muerte de forma profesional, afectuosa y cercana.
- No es éticamente aceptable causar la muerte de un enfermo, ni siquiera para evitarle el dolor y el sufrimiento, aunque él lo pida expresamente. Ni el paciente, ni el personal sanitario, ni los familiares tienen la facultad de decidir o provocar la muerte de una persona”. Esta acción constituye un homicidio en un contexto clínico.
- Tampoco es éticamente aceptable la obstinación terapéutica en querer prolongar la vida del paciente a toda costa. La aplicación de procedimientos diagnósticos y terapéuticos desproporcionados solo sirve para prolongar inútilmente la agonía.
- La sedación paliativa como indicación médica científica y éticamente correcta para los pacientes que padecen sufrimientos intolerables, exige un control clínico permanente sobre el efecto buscado y requiere el consentimiento del paciente, o en caso de incapacidad, de un familiar directo. Los cuidados básicos (alimentación, hidratación, aseo, cambios posturales) deben continuar y ser evaluado periódicamente.
- La sociedad necesita leyes que prevengan y desestimulen la eutanasia y suicidio asistido. Han sido importantes las que permitieron el acceso a programas de salud mental, a la medicina paliativa y al sistema nacional de cuidados, pero se necesita desarrollar programas para que la población pueda tener una accesibilidad real.
- Un proyecto a favor de la eutanasia y el suicidio médicamente asistido implica, jurídicamente, “cambiar el valor absoluto de la vida humana y su carácter de derecho humano fundamental indisponible e irrenunciable, contra la Constitución y los Derechos Humanos”.
- Pretender legalizar la eutanasia y la asistencia al suicidio -utilizando términos como ‘sufrimientos insoportables’, ‘autonomía absoluta’, ‘vida indigna de ser vivida’ – abre la puerta a una serie de violaciones de la dignidad de la persona. La experiencia de otros países demuestra también que se dio lugar a abusos.
- Ante enfermedades graves o la cercanía de la muerte, las personas necesitan de múltiples apoyos y de asistencia religiosa por su naturaleza espiritual. La Iglesia quiere ofrecer la luz de la vida eterna que emana de Cristo muerto y resucitado.
Finalmente, pidieron la protección de Dios para iluminar a los legisladores en el respeto a la dignidad de las persona y los derechos humanos, y para que oriente y fortalezca al personal de salud, a las comunidades y a las familias en el cuidado y respeto de las personas que se acercan al final de la vida.