Reportajes

Víctimas del coronavirus: Severa Vaquero, el alma de la fraternidad en Méntrida





Mari Nati Simal Ávila, voluntaria en la parroquia del municipio toledano de Méntrida, habla con devoción de Severa Vaquero Romo, quien dirigiera durante cuatro décadas la Cáritas parroquial, hasta que el COVID-19 acabó tristemente con su vida: “’Dios mío, que, a quien me haga mal, yo pueda hacerle bien’… Cada mañana, estas palabras estaban siempre en la mente, en la boca, pero sobre todo en el corazón de Severa, nacida en Méntrida el 4 de enero de 1942. Siempre estaba deseosa de ayudar a los demás, de poder hacer bien a los otros, fueran quienes fueran. Fue un deseo que siempre estuvo en su corazón y que supo materializar en su vida”.



“Lo vivió –especifica– entregándose como hija y como hermana, y, con posterioridad, como madre y como abuela. Lo que vivió en casa supo llevarlo también a su día a día como mentridana y, aún más, como persona comprometida en su parroquia. Porque el voluntariado fue su gran pasión y, por qué no, su gran misión. Así lo entendió y lo vivió en los prácticamente 40 años que estuvo al frente de la Cáritas Parroquial de Méntrida”.

Vocación de servicio

Su vocación de servicio se plasmó de mil modos, marcada en todo momento por la pasión hacia los otros, especialmente si atravesaban por situaciones de dificultad y ella podía ayudarles o, cuanto menos, acompañarles: “Siempre estaba pendiente de que no faltara nada que entregar a las familias que acudían en busca de apoyo, como bien han podido comprobar los sacerdotes que han estado al frente de la parroquia, pero, sobre todo, las decenas y quizás cientos de familias que encontraron una mano tendida en su labor en la acogida de la Cáritas Parroquial. Incluso cuando ya los achaques de la edad limitaban sus movimientos, acudía siempre con su garrote a preparar los alimentos y era la primera que estaba preparada en los salones parroquiales para abrir las puertas y, con ellas, su corazón, a todos los que acudían”.

Del mismo modo, Severa “vivió su compromiso de entrega como cristiana no solo a través de Cáritas, sino que hizo extensible ese servicio a otras labores, siempre abierta ante cualquier petición o solicitud de ayuda. Bien lo saben en la Cofradía del Santísimo Cristo de la Piedad, donde, como miembro de su Junta Rectora, desde su experiencia de fe de raíces profundas, vivía la devoción por su Cristo y la compartía y la transmitía de palabra y a través de sus ratos de oración ante el Santísimo. Lo mismo con la Virgen de la Natividad, de cuya hermanadad fue camarera durante más de una década. Su devoción por su Virgen y por la Eucaristía eran las que la impulsaban siempre a todo”.

Fe con obras

“Fe –asegura Simal– que vivió en familia, que transmitió a sus hijos y a sus nietos, pero de la que también dio testimonio y ejemplo en su compromiso como catequista, enseñando a los más pequeños la importancia de la amistad con Jesús. Su fe fue acompañada siempre de obras y estas son las que siempre hablaron de ella”.

“Severa –cierra entre apesadumbrada y esperanzada esta voluntaria de Cáritas– se nos fue el pasado 30 de marzo, víctima del coronavirus. Se fue en silencio. Entregó su alma al Padre en silencio, como siempre actuó, desde la discreción y el compromiso. Pero sus obras y su testimonio siguen resonando hoy en los corazones de su esposo, sus hijos y nietos; en las callejuelas del pueblo que tanto amó; en los salones parroquiales donde a tantas familias acompañó… En la parroquia, a la que tanto dio y sigue hoy dando, estamos seguros de que, aunque su ausencia pesa mucho, aún hoy, y esta vez viendo cara a cara al Cristo de la Piedad y a la Virgen de la Natividad, sigue cuidando y rezando por todos nosotros. ¡Gracias por tanto, Severa! ¡Hasta el cielo!”.

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Etiquetas: coronavirus
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