El papa emérito, Benedicto XVI, de 93 años, sufre una enfermedad infecciosa en el rostro y está “extremadamente frágil”. Así lo recoge el diario alemán Passauer Neue Presse, que cita al biógrafo de Joseph Ratzinger, Peter Seewald.
Según el periodista alemán, que le visitó este sábado 1 de agosto para presentarle su recién publicada biografía, tiene erisipela en la cara, una enfermedad infecciosa que se caracteriza por hinchazón y placas rojizas, que causa mucho picor y dolores agudos, además de fiebre.
No obstante, Seewald también reconoce, como recoge AFP, que, “durante este encuentro, el papa emérito, a pesar de la enfermedad, se mostró optimista y dijo que si tiene más fuerza, quizá retome la pluma”.
El periodista alemán llega del encuentro cargado de información, pues también revela que Benedicto XVI ya tiene redactado su testamento, que se publicará después de su muerte. Eso sí, adelanta que ha elegido la antigua tumba de Juan Pablo II en la cripta de la Basílica de San Pedro como el lugar donde quiere descansar. Y es que “se sintió particularmente apegado a este predecesor”, indica el diario alemán.
La última vez que se vio al papa emérito fue hace un mes y medio, cuando salió por primera vez del Vaticano desde que renunciara en febrero de 2013 para visitar a su hermano gravemente enfermo. El pasado 18 de junio, voló hasta Alemania junto a su inseparable secretario personal, George Gänswein.
Aunque su estado físico estaba visiblemente desmejorado, el papa emérito tuvo fuerzas para estar 5 días en Alemania, celebrar la misa en la habitación de su hermano, rezar en en el cementerio de Ziegetsdorf, en la tumba donde reposan sus padres y su hermana mayor, visitar la localidad de Pentling, a las afueras de Ratisbona, la casa en la que residió como profesor universitario entre 1969 y 1977, antes de ser nombrado obispo, y la catedral de Ratisbona.
El 22 de junio, Benedicto XVI regresaba al Vaticano para volverse a recluir en el monasterio Mater Ecclesiae, donde reside y permanece alejado de cualquier tipo de exposición debido al coronavirus. Solo 10 días después, el 1 de julio, fallecía Georg Ratzinger.