“El futuro de nuestra Iglesia pasa por la necesidad de apostar por comunidades vivas y coordinadas que vivan su fe y estén comprometidos allí donde viven. La Iglesia de misa de domingo como única manifestación de fe tiene los días contados, y menos mal”. Así se expresa Eduardo Martín Ruano, presidente de la Juventud Estudiante Católica (JEC), movimiento de la Acción Católica especializada que celebra desde ayer y hasta el domingo su 38ª Asamblea General de Militantes con el lema ‘¡Porque esto es la JEC! Nuestra identidad y presencia en los ambientes’.
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PREGUNTA.- Acabas tu periodo como presidente de la JEC. ¿Qué Iglesia te encontraste y que Iglesia ves hoy?
RESPUESTA.- Lo primero de todo, tras tres años en el servicio de la presidencia de mi movimiento, estoy muy agradecido por lo vivido y por todo lo aprendido. Las personas que me he encontrado en el camino me han enseñado a vivir de una forma más auténtica mi fe y mi militancia cristiana, ahora joven, pero ya arraigada en mi vida para siempre.
La Iglesia a la que llegaba en 2017, desconocida para mi más allá de mi parroquia, sentía que era un espacio en el que los cambios eran difíciles de introducir y la desconexión con la juventud era total. El impulso de Francisco empezaba a materializarse, y nos convocaron a un “Sínodo” (algo que no conocía) de jóvenes en lo que parecía querer ser un proceso de escucha sincera hacia los y las jóvenes de todo el mundo y de todas las creencias.
Hoy siento que esa Iglesia desconectada y que miraba hacia otro lado o llevaba mirando hacia el mismo lado durante muchos años, se ha dado cuenta de lo poco que estaba siendo capaz de adaptar el mensaje de amor de Jesús a la vida de hoy, y especialmente, a la juventud. Veo una Iglesia con ganas de escuchar y de dialogar con el mundo, pero que aún está algo perdida en las formas de llevarlo a cabo. Mentiría si dijera que no he notado avances positivos respecto al papel de la mujer, del laicado, la ecología, la inmigración… pero aún queda mucho camino por recorrer, y no debemos relajarnos.
El futuro de nuestra Iglesia pasa por la necesidad de apostar por comunidades vivas y coordinadas que vivan su fe y estén comprometidos allí donde viven. La Iglesia de “misa de domingo” como única manifestación de fe tiene los días contados, y menos mal.
P.- Ayer comenzaba la Asamblea de la JEC. ¿Cómo se ha propuesto celebrar en esta ocasión, en medio de una pandemia?
R.- Hemos diseñado una alternativa semipresencial, que propone garantizar el cuidado de todas las personas que formamos la JEC, por un lado, desde el cumplimiento de las medidas de seguridad e higiene y, por otro, desde garantizar la experiencia de comunidad y de compartir vida. Nuestro interés es que estas se vean lo menos perjudicadas posible. Además, este formato permite la participación en la cita del mayor número de militantes de la JEC para su enriquecimiento y para que la representatividad y horizontalidad necesaria en un momento de decisión tan importante quede garantizada.
El trabajo de formación es presencial, esta diferenciado por etapas y quedará reducido a cada diócesis y al horario de la mañana terminando toda actividad antes de la hora la comida, pudiendo volver a casa a comer. Hay oportunidad de compartir las reflexiones del trabajo y los debates con el resto de militantes de las otras diócesis de manera virtual. Se proponen, además, actividades individuales para las tardes para quienes tengan interés de ahondar más. Estamos en Plasencia, Palencia, Cáceres, Fuente del Maestre y Madrid, a parte de opción online para quien no esté en ninguna de estas ciudades.
En la sesión estatutaria participarán presencialmente delegaciones representativas de la realidad de cada una de las diócesis, llevándose a cabo durante una única jornada, en Salamanca, para que todas las delegaciones puedan viajar en el mismo día de la sesión.
Migrantes y jóvenes, estigmatizados
P.- La JEC defiende el papel de los jóvenes en la Iglesia y en la sociedad, además de una de las prioridades de este pontificando como es la defensa de los migrantes… ¿Cómo acoges las acusaciones a ambos colectivos de ser los responsables de los rebrotes?
R.- No pretendo justificar ninguno de los actos irresponsables que estamos viendo en estos días y que son causantes de la mayoría de los rebrotes en España. Condeno la irresponsabilidad personal y social en todas sus dimensiones, pues no apuesta por los cuidados que, tan necesarios son, como ha quedado demostrado durante estos meses. Si la mayor parte de jóvenes, o de migrantes, son los protagonistas de estas irresponsabilidades, tenemos la labor de concienciar que ese no es el camino, y lamentarnos porque sea verdad. Lo que no podemos como sociedad, y es intolerable como humanos, es criminalizar a colectivos completos, que, casualmente, los datos muestran, son y serán los más perjudicados por la pandemia. Desde los movimientos de Pastoral Juvenil pensamos en el acompañamiento como un aspecto clave. ¿No será que, como sociedad, hemos fracasado acompañando a estos colectivos? ¿O, quizás, es que en sus comportamientos se ve reflejada un tipo de educación enfocada en el consumo y en el disfrute inmediato por encima de cualquier cosa?
Cuando intentamos apartar el dolor, cuando eliminamos lo que nos cuesta tiempo y esfuerzo, entonces olvidamos que la vida necesita tener esto muy presente para poder avanzar a un mundo consciente y solidario.
Doy la enhorabuena a los jóvenes responsables, a las organizaciones que hemos cancelado muchos eventos, o que hemos reestructurado algunos. No nos digan que somos unos irresponsables, digan, que, en algunos aspectos, fracasamos. Como todas las personas, y qué de los errores, con acompañamiento, se aprende. No caigamos en la cultura del odio como paradigma de la nueva normalidad.
P.- ¿Cuáles son los desafíos que debe encarar el movimiento a corto plazo y que le tocará materializar a tu sucesor o sucesora?
R.- Tras un periodo de reflexión, y con la necesidad de ver nuevas maneras de ser efectivos en nuestras tareas pastorales, el próximo equipo contará con una presencia y un trabajo más descentralizado, debido a las diferentes circunstancias de las personas que han hecho un discernimiento en torno al servicio estatal en el movimiento. Queremos seguir siendo una oferta válida, y estar al servicio de lo que la Iglesia y el mundo pueda necesitar.
A corto plazo deberán estar atentas a las circunstancias que la pandemia ha dejado en cada una de las familias y vidas que acompañamos, pues, sin partir de la vida y la realidad, nuestro proyecto carece de sentido. Por ejemplo, sin actividades de verano, el contacto directo con los y las jóvenes y la “actualización” vital se pierde, así como la posibilidad de nueva convocatoria.
No obstante, no me corresponde a mi definir el camino a seguir, pues es en estos días de trabajo, en los que los propios y las propias jóvenes, iremos definiendo las Líneas de Orientación, que son los aspectos (objetivos y medios) que queremos trabajar y por los que queremos apostar en el próximo trienio.
Necesitamos querernos más que nunca, y cuidarnos con las claves que hemos descubierto válidas estos pasados meses. Hacernos presentes en las circunstancias personales de cada grupo de vida y fortalecer pequeñas comunidades en las que la nueva normalidad sea una nueva oportunidad de vivir la utopía en la escuela y en el mundo.