Reportajes

Las 5 lecciones de Francisco a los 75 años del bombardeo atómico sobre Hiroshima





El lunes 6 de agosto de 1945, la bomba atómica ‘Little Boy’ fue soltada a las 8:15 h. desde el bombardero estadounidense B-29 ‘Enola Gay’ sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Unos días después, el jueves 9 de agosto a las 11:01 h., la bomba ‘Fat man’ impactaba sobre la ciudad portuaria de Nagasaki. El ataque, ordenado por el presidente Truman, contribuyó a la rendición del Imperio del Japón y, por lo tanto, al final de la Segunda Guerra Mundial. Los investigadores estiman que estos ataques dejaron entre 105.000 y 120.000 fallecidos y 130.000 heridos —sin contar a quienes han sufrido posteriormente las consecuencias de la radiación—.



Cuando se cumplen 75 años de estos ataques, lo únicos nucleares hasta la fecha, Vida Nueva repasa los mensajes de Francisco durante su visita a Japón en noviembre de 2019 y su apuesta por la paz aprendiendo la lección de barbarie que las bombas atómicas han dejado.

1. El recuerdo de las víctimas

“Aquí, de tantos hombres y mujeres, de sus sueños y esperanzas, en medio de un resplandor de relámpago y fuego, no ha quedado más que sombra y silencio. En apenas un instante, todo fue devorado por un agujero negro de destrucción y muerte. Desde ese abismo de silencio, todavía hoy se sigue escuchando fuerte el grito de los que ya no están. Venían de diferentes lugares, tenían nombres distintos, algunos de ellos hablaban lenguas diversas. Todos quedaron unidos por un mismo destino, en una hora tremenda que marcó para siempre, no sólo la historia de este país sino el rostro de la humanidad”. Así comenzó el mensaje del papa Francisco en el Encuentro por la paz celebrado en el Memorial de la Paz de Hiroshima, el mismo 24 de noviembre de 2019.

2. La destrucción de la casa común

El pontífice clamó directamente “que el uso de la energía atómica con fines de guerra es hoy más que nunca un crimen, no sólo contra el hombre y su dignidad sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común. El uso de energía atómica con fines de guerra es inmoral, como asimismo es inmoral la posesión de las armas atómicas … Seremos juzgados por esto. Las nuevas generaciones se levantarán como jueces de nuestra derrota si hemos hablado de la paz, pero no la hemos realizado con nuestras acciones entre los pueblos de la tierra”.

3. Memoria profética

Para Francisco la lección de Hiroshima se resume en tres palabras: “Recordar, caminar juntos, proteger”. Para el pontífice “estos son tres imperativos morales que, precisamente aquí en Hiroshima, adquieren un significado aún más fuerte y universal, y tienen la capacidad de abrir un camino de paz. Por lo tanto, no podemos permitir que las actuales y nuevas generaciones pierdan la memoria de lo acontecido, esa memoria que es garante y estímulo para construir un futuro más justo y más fraterno; un recuerdo expansivo capaz de despertar las conciencias de todos los hombres y mujeres, especialmente de aquellos que hoy desempeñan un papel especial en el destino de las naciones; una memoria viva que nos ayude a decir de generación en generación: ¡nunca más!”

4. Practicar el ejercicio del diálogo

“Cuando nos entregamos a la lógica de las armas y nos alejamos del ejercicio del diálogo, nos olvidamos trágicamente de que las armas, antes incluso de causar víctimas y ruinas, tienen la capacidad de provocar pesadillas, ‘exigen enormes gastos, detienen los proyectos de solidaridad y de trabajo útil, alteran la psicología de los pueblos’”, señalaba Francisco en Hiroshima citando a Pablo VI. “¿Cómo podemos proponer la paz si frecuentamos la intimidación bélica nuclear como recurso legítimo para la resolución de los conflictos? Que este abismo de dolor evoque los límites que jamás se pueden atravesar. La verdadera paz sólo puede ser una paz desarmada”, señaló.

5. No hay justicia sin paz

La paz, recuerda Francisco, “es fruto de la justicia, del desarrollo, de la solidaridad, del cuidado de nuestra casa común y de la promoción del bien común, aprendiendo de las enseñanzas de la historia”. Para el pontífice, “precisamente por esto estamos llamados a caminar juntos, con una mirada de comprensión y de perdón, abriendo el horizonte a la esperanza y trayendo un rayo de luz en medio de las numerosas nubes que hoy ensombrecen el cielo. Abrámonos a la esperanza, convirtiéndonos en instrumentos de reconciliación y de paz. Esto será siempre posible si somos capaces de protegernos y sabernos hermanados en un destino común”, apuntó.

Compartir
Noticias relacionadas










El Podcast de Vida Nueva