Desde 2007, el primer viernes de agosto se celebra el Día Internacional de la Cerveza. Una tradición que se ha impulsado desde un pequeño bar de Santa Cruz, en California (Estados Unidos) y a la que enseguida se unieron ciudades de 50 países. Hay indicios de que esta bebida ya estaba presente en el 4.000 antes de Cristo, estando su receta en el mesopotámico Código de Hamurabi.
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Además, la cerveza ha sido un componente esencial de la dieta y el sustento de monasterios durante siglos. Por ello, en este día Vida Nueva recoge 5 anécdotas de cómo esta bebida ha estado presente en la vida eclesial más allá de las terrazas del bar.
1. Un manjar de dioses
La cerveza ha formado parte, en la antigüedad, del culto ritual. Por ejemplo, en el Museo Británico hay dos piedras grabadas con más de 5.000 años de antigüedad donde se puede ver una ofrenda de cerveza a la diosa Nin-Harra, es el Monumento Azul.
En otras culturas, como la egipcia en la que la receta de la cerveza se complica y perfecciona, los trabajadores de las pirámides cobraban parte de su salario en esta bebida. En el norte, los vikingos creían que tras la muerte, les esperaría un paraíso donde había una cabra gigante que les suministraría eternamente de cerveza.
2. Alimento en los monasterios
En la Edad Media la cerveza está muy vinculad a los espacios monásticos. El origen de esta presencia no tiene mucho de trascendente, ya que según los expertos el agua no era del todo potable y esto obligaba a hervirla y así la cerveza la purificaba. Además, el componente nutricional del cereal hacía que la cerveza fuera nutritiva y que se respetasen las normas del ayuno. Según recoge ‘The Beer Times’, “hay monasterios en donde los monjes solo consumen cerveza los viernes y la Semana Santa”.
3. Sustento de los monjes
La cerveza además de un componente nutritivo fue para los monasterios pronto un recurso económico con el que sostenes las estructuras y la obras de caridad. De hecho, algunos monasterios mantienen su tradición en estos tiempos en los que triunfan las cervezas artesanas.
En la tradición destacan los cistercienses, de hecho algunos monasterios de la Trapa tienen sellos de calidad internacional. De hecho, la denominación ‘Authentic Trappist Product’ asegura que se ha producido en el entorno de una abadía, que su producción está dentro de la cultura monástica y los beneficios se invierten en el monasterio.
4. Un patrono para los cerveceros
San Arnulfo de Metz vivió en el sureste de Francia entre el siglo VI y VII. Servidor en la corte del rey Teodeberto II ocupó diferentes cargos civiles y militares. Tras ser padre de dos hijos, se retiró a la abadía de Lérins para dedicarse a la alabanza a Dios. Con 32 años, en el 612, fue elegido obispo de Metz tras quedar la sede vacante.
Como obispo le tocó combatir con la peste para lo que fue necesario prevenir a los fieles para que no bebieran agua contaminada. Por ello difundió el uso de la cerveza para frenar la pandemia. Murió retirado en un monasterio cerca de Remiremont en el 640. Dicen que después de muerto hizo un milagro también con la cerveza.
5. Remedio al coronavirus
El coronavirus suspendió la producción de cerveza en las abadías. Por eso la vuelta, en plena demanda en auge del líquido, se ha notado en bodegas como las de los mojes trapenses de la abadía de San Sixto en Flandes Occidental (Bélica). La cerveza Trappist Westvleteren 12 está considerada como una de las mejores en diferentes portales web especializados.
Una vez que los monjes retomaron su actividad cervecera, los pedidos se han cuadriplicado. “Desafortunadamente, los servidores de nuestros ordenadores no han podido gestionar el flujo masivo de visitantes”, señalaban los religiosos.