Tras retomar las audiencias de los miércoles en esta primera semana de agosto, Francisco no ha dejado de rezar el ángelus cada domingo asomándose a la ventana del despacho pontificio del Palacio Apostólico y con los fieles distribuidos por la Plaza de San Pedro. El papa ha recordado los 75 años de los bombardeo atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Recordando su visita a Japón, ha pedido a todos “rezar y comprometerse por un mundo totalmente libre de armas nucleares”.
El pontífice no ha olvidado la situación del Líbano e incluso ha saludado a un grupo de fieles con una bandera. Francisco invitó a todos “a colaborar juntos tras la catástrofe del martes”. Destacó la identidad peculiar del Líbano como lugar de convivencia de tantas tradiciones culturales que debe “renacer libre y fuerte”. Francisco pidió a la Iglesia que esté “cercana al pueblo en su calvario, con solidaridad y pasión, con el corazón y las manos abiertas al compartir”. Reclamó ayuda a la comunidad internacional y ha pedido expresamente a “los obispos, sacerdotes y religiosos y religiosas ha pedido cercanía y un estilo de vida marcado por la pobreza evangélica, sin lujos”, algo que ha hecho “porque vuestro pueblo sufre y sufre mucho”.
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Confiando en Dios
Al comentar el pasaje de la liturgia del domingo, Jesús caminando sobre las aguas en mitad de una tormenta (Mt 14, 22-33), Francisco ha presentado el relato como “una invitación a abandonarnos con confianza a Dios en cada momento de nuestras vidas, especialmente en la hora de la prueba y las dificultades”. “Cuando sentimos fuertes dudas y temores y sentimos que nos hundimos, no debemos avergonzarnos de gritar, como Pedro: ¡Señor, sálvame!”, destacó el Papa señalando que es “una hermosa oración” que se puede usar en tantas circunstancias de oscuridad en la vida de los creyentes.
El pontífice destacó que Jesús es “la mano del Padre que nunca nos abandona; la mano fuerte y fiel del Padre, que siempre y sólo quiere nuestro bien. Dios no es el huracán, el fuego, el terremoto; Dios es la brisa ligera que no se impone sino que nos pide que escuchemos”, añadió, un silencio sonoro ante una fe pobre como la de Francisco, ha confesado. Para Bergoglio, “tener fe significa, en medio de la tormenta, mantener el corazón vuelto a Dios, a su amor, a su ternura de Padre”. “Mientras nos levantamos de nuestras caídas, Él nos hace crecer en la fe”, añadió.
La Iglesia ante las dificultades
“La barca a merced de la tormenta es la imagen de la Iglesia, que en cada época se encuentra con vientos adversos, a veces con pruebas muy duras”, continuó el Papa. En este sentido, invitó a pensar “en ciertas persecuciones largas y feroces del siglo pasado” y también las que se viven hoy en algunas partes del mundo.
Para Francisco, “en esos tiempos, puede estar tentada a pensar que Dios la ha abandonado. Pero en realidad es precisamente en esos momentos en los que más brilla el testimonio de la fe, el amor y la esperanza. Es la presencia de Cristo resucitado en su Iglesia la que da la gracia del testimonio hasta el martirio, del que brotan nuevos cristianos y frutos de reconciliación y paz para todo el mundo”, concluyó junto con la súplica a María.