El 7 de agosto de 1420, Filippo Brunelleschi, sin que la gente confiase mucho en ello, puso la primera piedra de la cúpula que llegaría a coronar –por fin– la catedral de Santa María del Fiore, el ‘Duomo’ de Florencia. Esta cúpula es la más grande del mundo en mampostería y acaba de cumplir 600 años. Aunque las celebraciones previstas, tendrán que esperar debido a la pandemia por el coronavirus.
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Arquitectura imposible
Esta obra maestra de Brunelleschi fue un auténtico desafío arquitectónico en Florencia, cuya catedral llevaba más de 120 años sin cubrir ante el desafío de hacer una cúpula que cubriera un espacio cuyo peso podría hacer colapsar las paredes de la catedral. El artista, recoge Vatican News, hizo frente a quienes le condenaban al fracaso: “Recordándome que este es un templo sagrado para Dios y la Virgen, confío en que, en memoria de él, no dejará de infundir el conocimiento donde no está, y de dar fuerza y sabiduría e ingenio a quienes serán los autores de tal cosa”.
Para ello, construyó un tambor octogonal, del que surgen por dos cúpulas separadas y superpuestas, pero interconectadas fijadas por círculos de ladrillos que se elevaban gradualmente. En total, 45,5 metros de diámetro interior, una altura desde el suelo hasta la linterna de 116 metros y 40 mil toneladas de peso. Se necesitaron aproximadamente 2 millones de horas de trabajo para completar el trabajo el 31 de agosto de 1436.
La cúpula de Santa María del Fiore, con un millón de visitantes al año, es una atracción internacional porque es el símbolo del Humanismo, la belleza y el orden del universo, y resume en sus formas y en el rojo de los más de cuatro millones de ladrillos que conforman toda la experiencia de estudio adquirida por Brunelleschi durante su viaje a Roma, en compañía de Donatello.