El papa Francisco ha invocado, en este día de la Asunción, tras el rezo del ángelus, a la Virgen como “Madre de la esperanza”, señalando que este “título ha sido recientemente incluido entre las letanías lauretanas”. “Invocamos su intercesión por todas las situaciones del mundo que están más sedientas de esperanza: esperanza de paz, de justicia, de una vida digna”, ha reclamado. A todos los que puedan ha pedido que vayan a cualquier santuario a venerar a la Virgen. “Es un hermoso gesto”, apuntó.
Entre quienes buscan la paz y la justicia, el papa ha tenido un recuerdo especial para la situación que se vive en la región septentrional de Nigeria. También ha señalado las tensiones que se están viviendo en torno al Nilo entre los países de Egipto, Etiopía y Sudán; a todos ha invitado a “continuar por la vida del diálogo” para que el río sea elemento de unión y no de división generando incomprensión o conflicto. “Sea el diálogo la única opción por el bien de vuestras poblaciones”, reclamó.
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Más allá de la Luna
“Este es un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la humanidad”, es la frase de Neil Amstrong que ha citado el papa Francisco en su reflexión como “hito histórico de la humanidad”. Para el pontífice, la llegada a la luna es comparable a la Asunción de María al cielo, “un logro infinitamente mayor”. “La Virgen puso sus pies en el cielo: fue allí no solo en espíritu, sino también con su cuerpo, con todo su ser”, explicó Francisco sobre este “gran salto de la humanidad”.
Porque, para “no tiene sentido ir a la luna si no vivimos como hermanos en la Tierra”. El misterio mariano, para el Papa, muestra “el hecho de que uno de nosotros viva en el Cielo con nuestro cuerpo nos da esperanza: comprendemos que somos preciosos, destinados a resurgir. Dios no dejará que nuestros cuerpos se desvanezcan en el aire. ¡Con Dios no se perderá nada!”, clamó.
Para Francisco, “en María se alcanza la meta y tenemos ante nuestros ojos la razón por la que caminamos: no para conquistar las cosas de aquí abajo, que se desvanecen, sino la patria de allá arriba, que es para siempre”. Por ello, añadió, la Virgen es “la estrella que nos guía”.
Sin abrumar por las dificultades
Comentando el Magníficar que se lee en la misa del día, Francisco apuntó que “María ‘magnifica al Señor’: no los problemas, que no le faltaban en ese momento, sino al Señor”. “¡Cuántas veces, en cambio, nos dejamos abrumar por las dificultades y absorber por los miedos! Nuestra Señora no lo hace, porque pone a Dios como la primera grandeza de la vida”, aconsejó. “Dios es grande. Y mira a los pequeños”, sentenció.
Por todo ello, Francisco concluyó su reflexión con algunas preguntas: “¿Nos acordamos de alabar a Dios? ¿Le agradecemos las grandes cosas que hace por nosotros? Por cada día que nos da, ¿por qué siempre nos ama y nos perdona, por su ternura? Y de nuevo, por habernos dado a su Madre, por los hermanos y hermanas que pone en el camino, ¿por qué el Cielo se ha abierto para nosotros?” Y es que, concluyó el Papa, “si olvidamos lo bueno, el corazón se encoge. Pero si, como María, recordamos las grandes cosas que hace el Señor, si al menos una vez al día lo magnificamos, entonces damos un gran paso adelante. Decir una vez al día: yo alabo al Señor, bendigo al Señor… El corazón con esta pequeña oración se expandirá, la alegría aumentará”. “Decir ‘gracias’ como hacen los niños a los mayores”.