El papa Francisco ha retomado en este mes de agosto las audiencias generales de los miércoles, aún desde la Biblioteca del Palacio Apostólico y sin fieles presentes aunque, por tercera semana consecutiva, con el nuevo ciclo dedicado al “cuidado del mundo”. Esta vez, ha afrontando en concreto el tema “la opción preferencial por los pobres y la virtud de la caridad”, a partir de un texto de san Pablo (2Cor 8,1-2.9).
“La pandemia ha dejado al descubierto la difícil situación de los pobres y la gran desigualdad que reina en el mundo”, ha denunciado abiertamente Francisco sobre la situación del coronavirus. Para el Papa, además de “buscar una vacuna para el virus, que esté al alcance de todos”, hay que tener en cuenta que “es necesario curar otro gran virus: el de la injusticia social, la marginación y la falta de oportunidades para los más débiles”. Algo que “implica una elección evangélica, que es la opción preferencial por los pobres”, lejos de toda visión política e ideológica.
Así, Bergoglio ha destacado que el propio Jesús “nació en una familia humilde, trabajó y no eligió una vida de privilegio sino de servicio”; de hecho, por ser cercano a los pobres fue considerado impuro. En este sentido, “su ejemplo es un criterio clave de autenticidad cristiana: todos estamos llamados a ser instrumentos de Dios para ayudar a los más necesitados”. Y es que esta es la gran misión de toda la Iglesia, como siempre testimonió Juan Pablo II, a quien ha citado. Por ello, Francisco ha invitado a dejarse evangelizar por los pobres que han vivido la experiencia del Cristo pobre.
Para el Papa, volver a la “normalidad” tras la pandemia “no debería incluir las injusticias sociales y la degradación ambiental” y las demás consecuencias sociales. “De una crisis no se sale igual, o salimos mejor o peor”, ha señalado, insistiendo en que “tenemos una oportunidad para construir algo nuevo. Por ejemplo, dar impulso a una economía donde las personas y, sobre todo los más pobres, estén en el centro; una economía que contribuya a la inclusión de los marginados, a la promoción de los últimos, al bien común y al cuidado de la creación”.
Francisco se ha mostrado claro: “Sería triste que en la vacuna del Covid-19 se diese prioridad a los más ricos. Sería triste que esta vacuna se convirtiese en propiedad de uno u otro país y no fuera universal y para todos. sería una escándalo si en toda la ayuda económica que estamos viendo la mayor parte del dinero público se destinase a rescatar industrias que no contribuyen a la inclusión de los excluidos, a la promoción de los últimos, al bien común o al cuidado de la creación”. Así, han quedado claros cuáles son los criterios que ha marcado Francisco a la hora de establecer empresas “a las que ayudar”.
“Pidamos a Jesús que nos ayude a curar las enfermedades que provocan los virus, y también los males que causa la injusticia social”, ha pedido el Papa en lengua española. “Que el amor de Dios –ha concluido–, anclado en la esperanza y fundado en la fe, nos impulse a poner las periferias en el centro y a los últimos en primer lugar”.