Con motivo del 80º aniversario de la fundación de la comunidad ecuménica de Taizé por el religioso alemán Roger Schuz, su sucesor, el hermano Alois Löser, ha concedido una entrevista en L’Osservatore Romano. En ella, recalca que la gran esencia de la comunidad es que jamás ha pretendido ser un movimiento organizado e institucional, sino más bien “un lugar de paso para reunir las fuentes de la fe” de los cristianos de todas las confesiones.
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“Cuando el hermano Roger –ilustra– llegó a Taizé en agosto de 1940, la situación mundial tenía poco que ver con la situación actual. Sin embargo, su primera intuición sigue siendo profundamente actual: insertar una vida espiritual, una búsqueda de Dios, donde están las fracturas del mundo”. Así, si “en ese momento se trataba de acoger a los refugiados, especialmente a los judíos, durante la Segunda Guerra Mundial”, actualmente, “seguimos acogiendo refugiados en Taizé y algunos de nuestros hermanos y hermanas viven en pequeñas fraternidades en lugares particularmente indefensos del mundo actual”.
Sin actividad económica
También es clave que no mueven una actividad económica en torno a sí: “En los años que siguieron a la creación de la comunidad, los primeros hermanos que se unieron a Roger vivían del trabajo de la granja, en condiciones muy simples. Hoy en día seguimos ganándonos la vida, de diferentes maneras, sin aceptar donaciones, regalos o herencias”.
De este modo, “la regla que nuestro fundador escribió a principios de los años 50 sigue inspirándonos hoy en día”. Entre sus intuiciones, una fundamental es “el deseo de estar presente en nuestro tiempo, permaneciendo siempre atento a las llamadas que el Evangelio nos dirige”. El otro motor es “la búsqueda de la unidad entre los cristianos, no como un fin en sí misma, sino como un testimonio del Evangelio y también como un factor de paz para toda la humanidad”.
El cántico de hoy
En una comunidad en la que el cántico espiritual es la gran muestra de su oración amplia, generosa y encarnada, el canto que hoy se eleva a los cielos desde esta localidad de la Borgoña francesa es este: “Dios vivo, / te alabamos en este día / por la vocación enviada a nuestro hermano Roger. / Hace 80 años que él llegó a Taizé / con el deseo / de insertar una vida espiritual / en una región en la que / mujeres y hombres / eran víctimas de un mundo fracturado. / Siguiéndole, tú nos invitas a ser testigos de comunión / para que los cristianos se unan / y contribuyan / a irradiar tu paz en la humanidad”.
