Se cuenta que en Gran Bretaña, en el transcurso de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), los ejemplares de la Biblia se agotaron en las librerías. ¿El motivo? No tanto que la gente se refugiara en los pasajes del Evangelio para huir del ruido bélico, sino que miles de madres compraban y mandaban ejemplares del libro sagrado sus hijos, soldados en el frente. ¿Para que estos los leyeran? Más bien para que se los pusieran bajo el uniforme y, a la altura del corazón, les protegieran de posibles balazos.
Una práctica que, años más tarde en España, en nuestra Guerra Civil (1936-1939), popularizarían muchos soldados carlistas con sus icónicos ‘detentes’, imágenes del Sagrado Corazón de Jesús que vendrían a lanzar este mensaje a los disparos provenientes desde el frente contrario y que pretenderían segar la vida del que los ostentaba a la altura de su corazón: “Detente, bala”.
Volviendo a la Biblia y a la Gran Guerra, al cumplirse en 2018 el centenario del fin del conflicto mundial, la Bible Society dio a conocer un dato impactante: en esos cinco años de lucha, la propia institución repartió en el frente más de nueve millones de Biblias en hasta 80 idiomas. Todo un torrente de consuelo, pues están documentados muchos casos de soldados caídos en batalla y cuyos cuerpos inertes se encontraban con los Evangelios sobre sus manos: en la hora final, solos, esperando el último suspiro en plena agonía, abrían sus páginas y morían acudiendo a Dios.
Un episodio muy curioso, que recoge Evangélico Digital, fue el del británico George Vinall, quien, “en julio de 1917, sobrevivió a un ataque de artillería en la Fronda, en el Frente Occidental”. Una experiencia que él mismo contó a sus padres en una carta. Tras un ataque sorpresa, corrió junto a un compañero a la trinchera. Al llegar allí a la carrera, “vi que habían disparado cuatro balas exactamente donde estaba poco antes. Una fue a parar a mi mochila, que hacía de almohada hasta el momento en que salí a saludar a mi amigo. Otra bala estaba en el suelo, en el lugar en que estaba acostado segundos antes. La tercera bala la encontré en el bolsillo de mi chaqueta: se incrustó en mi Biblia. La cuarta atravesó el abrigo de Gibson, que estaba colgado al lado del mío. Escapé de la muerte por segundos”.
En la propia carta a su familia, Vinall incluyó el ejemplar de la Biblia agujereado por la bala, que permanecía incrustada en el capítulo 49 del Libro de Isaías, capítulo 49, donde se dice: “Así dijo el Señor: en tiempo aceptable te oí, y en el día de salvación te ayudé; y te guardaré, y te daré por pacto al pueblo, para que restaures la tierra, para que heredes asoladas heredades”.
Tras la guerra, el soldado superviviente pasó el resto de su vida como misionero y traductor de la Biblia.